lunes, 19 de mayo de 2014

Capítulo VI: Montañas de ilusión

Iban los tres viajeros camino a Nievegrís; llevaban casi un día de camino por la montañas y hacía  tiempo que había dejado de ser un viaje sencillo. No habían podido hacerse de víveres en Encrucijada y trataban de tomar rutas menos concurridas, todo eso debido a las malas artes de Roger Lefleur. La gran Madregrís, la enorme montaña por la que debían pasar, era una gigantesca formación rocosa, le ofrecía a los hombres sus minerales y piedras preciosas desde tiempos inmemoriales, pero no tenía nada más que dar. Estaba llena de vida, claramente, pero no necesariamente de la que uno desearía encontrar; había muchos cuentos y leyendas acerca de las razas que la habitaron. Fueron tantos los mitos y leyendas que varios asesinatos se asociaron a ataques de criaturas extrañas, seres mitológicos y otros no tanto que incluso un rey fuera de sus cabales construyó un fuerte inexpugnable, demasiado quizás, pero lo seguro fue que jamás nadie quiso probar su poder.

Los señores del Valle de Roca y Sombrese se habían disputado el territorio durante mucho tiempo, por lo que el rey decidió que fuera para ambos. Pero desde la época en que se habían mostrado los dientes, ambos nobles se habían hecho enemigos, Roger siempre con artimañas tratando de conseguir más por menos y Ser Reginald intentando demostrar quién era Lefleur realmente. El señor del Valle de Roca fue muy cercano a Ser Varus en el pasado, razón por la que llegar a Nievegrís era tan necesario.

El más joven del grupo, Esaú, ya había pasado hambre anteriormente, en especial durante el tiempo antes de haber estado viviendo en los campos y bosques al amparo del Grupo Liberador del Claro. En ese momento del viaje ya habían pasado varios días sin probar nada más que agua, aunque habían intentado recolectar frutos pero entre los montes y corriendo para salir de la región, no habían tenido mucha suerte. Rolf no estaba en mejores condiciones; con sus heridas abiertas de suerte no había agarrado una infección.

Estuvieron bordeando uno de los tantos acantilados que como una mujer con su belleza te puede costar la vida. El camino no daba espacio hacia el costado más que para un caballo e incluso así el riesgo de despeñarte era alto. Se podían  ver las múltiples formaciones rocosas y cristalinas que la luz del sol iba transformando en paisajes irrepetibles, arcoiris y prismas de distintos tonos de los que un poeta se maravillaría e incluso se le haría difícil describir. Para Rolf fue la primera vez que andaba por esos lares  y se le hizo maravilloso, las instrucciones de Ser Varus le  hicieron mantenerse a una distancia de muchos pies ya que el terreno era muy peligroso y frágil. Una señal de su maestro le indicó que debía avanzar, antes de hacerlo el escudero  quiso repetirle las instrucciones al paje, pero al volverse el sitio donde debería ir el caballo de carga estaba vacío. Ser Varus vio el gesto de Rolf, pero lo angosto del camino le impidió girar el caballo y sólo pudo avanzar. El escudero comenzó la búsqueda; no  era la primera vez que Esaú no  seguía una orden, pero las pocas veces que no lo había hecho fue por causas justificables, pero Rolf no encontraba nada que explicara su ausencia.

Dejó a Noche, su caballo, al cuidado de su maestro y empezó a devolver los pasos donde pudo encontrar las huellas que ellos mismos habían dejado. Un nuevo juego de luces provocado por un paso de nubes le mostró a Rolf que había caminos que no se veían salvo para conocedores del sendero. Uno tras otro fue revisando numerosos pasos , pero ninguno daba muestras de que el paje hubiera andado por allí. Siguió observando el suelo hasta que creyó ver unas pisadas del caballo rumbo a un pequeño arroyuelo que caía entre las formaciones cristalinas.

El agua que pasaba estaba heladísima como sintió con sus dedos al beber de ella y esta daba vida a una pequeña formación vegetal donde Rolf pudo encontrar arbustos con diversos frutos. El hambriento escudero estuvo a punto de arrancarlos y devorarlos, pero recordó las palabras de su maestro, que durante el viaje le estuvo explicando de ciertos árboles y arbustos que daban frutos que en  humanos causaban diarrea u otras enfermedades. Los frutos se parecían más a los que se podían comer que a los venenosos, pensó el escudero a medida que fue avanzando. A pesar de la comida ser tentadora Rolf se enfocó nuevamente en su principal búsqueda. Siguió recorriendo el lugar en busca de nuevas pistas de Esaú o al menos del caballo. Este no era muy dócil con Rolf, en cambio con el chico se llevaba mucho mejor, igual que la rata que Esaú había bautizado es su honor. El joven nunca había sido  enemigo de los animales, pero el paje tenía un don. Sin pensar, el hambre lo venció, arrancó un puñado de los frutos que se veían más inofensivos, se metió dos de ellos en la boca y el paladear el dulce jugo le avivó más el estómago.

Siguió revisando por un costado de los matorrales donde encontró que había un sendero que se veía extraño, demasiado artificial para estar en esa parte de las montañas. Este delgado camino se empezó a torcer para terminar abruptamente, pero Rolf sabía que tan sólo era un truco visual provocado por la distancia, al acercarse vio que seguía por un costado. Ya había recorrido mucho terreno, pensó el escudero al mirar hacia atrás, era momento de marcar nuevamente para cuando quisiera devolver los pasos. El siguiente hallazgo fue algo más inquietante, era un trozo de ropa que coincidía con la del paje, esta alguien la había dejado en el comienzo de una abertura.

Después de buscar y revisar por pistas habían pasado las horas, el mediodía ya no era más que un recuerdo. Nuevamente cambiaban los tonos, brillos y reflejos, pero lo que en ratos antes había maravillado a Rolf pasó a ser una molestia, no le ayudaban a encontrar a su amigo y el poco equipaje con que contaban. A pesar de todo el tiempo que había pasado buscando era muy poco lo que había encontrado, al parecer el caballo de carga había seguido andando, pero no daba muestras de haber sido arrastrado ni acompañado por más gente.

El escudero no aguantó la curiosidad y entró por la abertura que en un principio le pareció una cueva, pero al avanzar era claramente un túnel labrado, con antorchas encendidas y el piso con detallados mosaicos. Se empezó a sentir confundido y le faltó el aire, la sed volvió y esta vez acompañada de calor, mas siguió avanzando por este extraño laberinto que cada vez le parecía más familiar, de pronto sintió pasos más adelante. Rolf ignoró los malestares, avanzó rápido y sigiloso por la galería que le traía recuerdos fuertes, no, era imposible, la galería que comunicaba los terrenos del círculo externo con los del círculo intermedio estaba en otro continente, no en medio de una montaña, su mente le daba vueltas y vueltas, miró los frutos que quedaban en su mano, había dejado de sentir el dulzor y su boca estaba pastosa.


- Rolf, eres un bruto- recordaba la voz de Xin, uno de los más extraños aprendices del círculo interno, venía de unas islas muy lejanas, de las que no había oído hasta que lo conoció-  Te haces el valiente, pero no irías a la galería negra-

La galería negra era uno de los pocos caminos que comunicaban los círculos prohibidos con el círculo externo, donde vivían, estudiaban y comían los aprendices, hasta que se podían considerar  miembros del Círculo, los que querían seguir investigando, trabajando dentro de la institución o incluso  relacionándose con otras culturas, al menos eso era lo que habían oido de conversaciones y rumores.

- Yo voy y vengo por ahí, ese es "MI" camino - Rolf resultaba más arrogante de lo que él mismo planeaba.

Esa noche el joven recorrió la galería cuando todos dormían menos un testigo. Como habían concertado, el elegido no era amigo de ninguno, debía ser imparcial, consiguieron comprarlo por su parte de los postres. Cuando ya terminaba el recorrido, vio a muchos avanzados que iban custodiando a alguien que ocultaba su cuerpo con un manto y su cabeza con una capucha. Después de ese momento sólo recordaba haber vuelto a las habitaciones, nadie volvió a preguntar del tema, Xin nunca le pidió las pruebas y el testigo fue enviado a otro de los grupos, cada uno de ellos estudiaba aparte a pesar de ser todos aprendices. Cuando intentó hablar con él, el muchacho no lo reconoció y al insistir, el pobre se desvaneció, cayendo al suelo.


Pasadas las nauseas causadas por los recuerdos, Rolf, sintió más cercanas las pisadas, aceleró los pasos al límite de no ser oído pero aún ser rápido, giró en un recodo de la galería y dio con una figura que había perseguido por años y no esperaba encontrar allí, era su adorada actriz ambulante por la que había dado un vuelco a su vida.

- ¿Francine? – Rolf recordaba cada uno de sus rasgos como la primera vez que la vio en las calles de Blackwell, a pesar de que había pasado el tiempo, varios años desde que se empeñó en seguirla y dejar el Círculo.

Era la figura bien contorneada de una mujer esbelta de cabellera azabache, ya no tenía la estatura de una niña, le habían crecido las piernas, cuyo largo se apreciaba a pesar de la falda granate con borde dorado, colores más llamativos de los utilizados por el común de doncellas y damas del reino. Para Rolf sería siempre la mujer más bella. La doncella se  acercó tapando su rostro en un gesto de timidez, el joven embelesado por el contorneo de sus caderas no vió nada más que sus sueños hacerse realidad, la joven con la mano libre le tomo el jubón al escudero que sólo atinó a balbucear.

- Francine, la noche que te fuiste yo estuve castigado, no sabía que dejarían el pueblo con la compañía -

La actriz le hizo un gesto para que se callara y se fue acercando a su pecho, en una especie de baile calmo y seductor que en la corte no sería bien visto. Rolf que jamás había besado una mujer había esperado y soñado tantas noche con ese momento. No sabía cómo alcanzar los labios de su amada. Cuando ella giró su rostro para hundirlo en su cuello el escudero trató de buscar la boca de ella, en su intento de hacerlo mejor el joven abrió uno de sus ojos, para ver... un rostro viejo, arrugado y escamoso y con algo extraño en su boca.

- ¡¡Tú no eres Francine!! - gritó Rolf al empujar a la figura que ahora se veía vieja y roñosa.

La falsa Francine gruñó y se lanzó en pos del joven, el escudero todavía sorprendido por la situación sólo atinó a tomar posición de combate y sacó su puñal. La criatura le pegó un arañazo que rasgó una manga de Rolf quien logró esquivar apenas el golpe. La rabia subió por el cuerpo del muchacho, no era la primera vez que tenía que defender su pellejo, su vida no acabaría en las montañas. La criatura, quien mantenía la ilusión de los ropajes de una bella mujer con los razgos de una vieja con lepra y una boca asquerosa, siguió intentando dañar a Rolf, quien mantuvo la distancia y a pesar de la ira en sus venas. Ser Varus le había enseñado que la frialdad era un arma para un caballero. Un nuevo movimiento de la horrible mujer no llegó a golpear las carnes  del joven guerrero, quien dejó el brazo intencionalmente unos segundos más,  lo que utilizó la mujer para asirlo; utilizando la fuerza del agarre Rolf, se dió un impulso que terminó con el cuchillo enterrado en la garganta de la cosa, sacó el acero y los borbotones de un líquido verde  mancharon el suelo.  Rolf, cansado por la pelea, todavía con sus heridas abiertas sin poder ser curadas, mareado por los recuerdos y los frutos que aunque no le causaron diarrea casi le cuestan la vida, se sentó apoyandose en la muralla, sería sólo un descanso, de a poco fue cerrando los ojos y durmió.


No supo cuanto tiempo había pasado, cuando despertó ya no sentía el calor ni las molestias en su cabeza. Vio el cuerpo envuelto en viejos ropaje, pero le importaba más Esaú que la curiosidad. La caverna era una vieja mina, algo le había causado confusión e ilusiones que le trajeron todos esos recuerdos. Se paró e intentó dar con pistas, todavía no había encontrado a su amigo. Recorrió el túnel y llegó a una salida de la mina. La luz lo cegó los primeros segundos y encontró una construcción de madera que parecía la casa de antiguos mineros emplazada en un pequeño valle entre dos laderas de las enormes montañas. Se sorprendió felizmente, pues allí estaba el caballo amarrado. La cabaña de madera tenía un par de ventanas, el escudero miró por ellas y vio las ropas del paje colgadas en los postes de una cama. Rápidamente Rolf ingresó en la casita y descubrió que dormía  Esaú en ella. Lo levantó y se lo llevó al caballo, el chico despertó a lomos todavía cubierto por las ropas de cama y se inquietó.

- ¿Rhuana? –  preguntó el chico mientras se restregaba los ojos.

- No, Esaú, soy yo - respondió el escudero mientras comía un poco de carne salada, que pensaba que se había acabado

- ¡¡Rolf!! ¿¡¡Viste a Rhuana!!? - preguntó inquieto el paje.

- No era una mujer, era una criatura que me atacó - el cansancio no dio tiempo de ser prudente al escudero.

- ¿QUÉEEEEE? Pero si me dio comida y se parecía a mi mamá - exclamó el paje a punto de comenzar a llorar.

- ¿Cómo te sientes? Te ves cansado - preguntó el escudero , parado junto al caballo, mientras le echaba una mirada más larga a Esaú desde que lo había subido al noble animal.

- Si, no me siento muy bien. La mujer me hizo cariño como mi mamá, pero sólo quería dormir después.- dijo el paje. Rolf  se fijó en el pequeño y a instancias de sus palabras le buscó en la misma zona donde le había atacado la criatura y encontró unas marcas en el cuello del chico.

Siguieron avanzando, el chico a caballo mientra Rolf lo dirigió para entrar a la cueva, luego atravesaron el túnel de la mina. Donde estuvo el cuerpo sólo encontraron la ropa y polvo. Después de andar llegaron a una de las marcas que había dejado Rolf y un poco más tarde vieron al anciano caballero a lomos de Fuego.

- Gracias a las diosas que están bien - dijo Ser Varus al estar a su lado.

- Buenas noches, Ser Varus - se acercó Rolf al caballero y le contó lo ocurrido.

- Debemos partir lo antes posible, necesitamos que limpien a Esaú, debemos llevarlo al enclave de las seguidoras de la tríada - ordenó el caballero mientras se ponía en marcha apurado - Allí nos ayudará Berna.

- ¿Limpiar de qué? - preguntó el escudero.

- Esaú está infectado, si no lo limpiamos lo perderemos.- Respondió el anciano.

Continuará...

2 comentarios:

  1. hola, tengo varias inquietudes en lo que ocurrira mas adelante, estare esperando los proximos capitulos

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