domingo, 6 de julio de 2014

Capítulo IX: Terrores nocturnos

- ¿Por dónde está la entrada a la caverna?- preguntó en voz baja Rolf al fanático que tomaron de rehén, mientras apretaba la daga contra las costillas.

- En el pasadizo, antes de entrar a la mina verde - respondió el hombre - Pobres de ustedes; podrán entrar, pero serán servidos a los hijos oscuros, como las putas seguidoras.

Arnout, con los ojos cargados de rabia, fue más rápido que Rolf y le hizo un corte al tipo, era la hermana del rubio a la que insultaba. La sangre fluyó por la piel del sectario, aunque de manera superficial. Al escudero le pesaba dejar amarrado entre los pasadizos y a su suerte al fanático. Fue drástico, por los pasadizos eran un mundo aparte y complejo aún para los propios habitantes, pero no tenían tiempo que perder. Los dos jóvenes recorrieron los últimos trancos antes de tener que usar las ropas que habían robado en los niveles superiores de las cavernas.

- ¿Por qué la mina verde?- Preguntó Rolf a su amigo, que no se veía para nada contento.

- Esto es malo, la mina verde fue cerrada, a pesar de estar llena de cristal verde que es uno de los mejores para hacer explosiones y otros inventos de los alquimistas. Esos de la esfera o algo redondo. Se morían mucho mineros, siempre por motivos extraños. Decían incluso que había criaturas oscuras que vivían ahí.

- Los alquimistas son del círculo. ¿Y tú?, ¿qué crees? - le preguntó el escudero.

- No sé tanto, pero es extraño que el culto tenga su templo tan cerca de la mina verde, quizás sea porque nadie se aparece cerca de acá. De todas maneras ellos son raros, dejan a su familia y todo atrás, no los entiendo y me enferman. Cuando los fanáticos empezaron a sacrificar gente, se volvieron enemigos de todos; antes eran sólo unos chiflados que se tomaban a las diosas como las culpables de sus pesares. - Las palabras de Arnout mostraban el desprecio que tenía por el culto, pero a Rolf aún le parecía extraña la ubicación del lugar sagrado de la secta.

El caos de los pisos más arriba fue lo que salvó el plan de Arnout, los cultistas y simpatizantes no tuvieron que pensar dos veces al decidir entre dejar de perseguir a dos muchachuelos y luchar contra los guardias y los fieles a las diosas de la tríada. Para Rolf no era simple suerte, de hecho estaba orgulloso de la carta bajo la manga que usó, sabía que el rescate y búsqueda de Berna por parte de Ser Varus y la guardia de Ser Reginald habían resultado el factor crucial, ahora sólo importaba ver como conseguirían llevarse a los prisioneros de esas cavernas.

- Recuerda, Rolf, si ves humo verde debes alejarte y no respirarlo, vuelve loca a la gente.

- No es locura, sus sentidos son cambiados, es como si soñaran despiertos.

- Magia de las más oscuras, esos fanáticos han vendido sus almas a los seres del abismo.

- No es magia, son esos vapores que inhalan y... - Rolf suspiró y se dio cuenta de que era difícil explicarle a otras personas lo que había leído en los textos del Círculo.

- Que las diosas nos guíen contra estos esbirros del vacío - Arnout se marcó los tres puntas del triángulo de las diosas y bajó su cabeza con ceremonía como un sacerdote de la tríada más que un guerrero.

- Los diosas están ocupadas de otras cosas, nosotros debemos hacernos cargo de nuestras vidas- le dijo Rolf tratando de no ofender a su nuevo amigo - aunque con el bacúlo-triángulo será difícil salvar a tu hermana - bromeó para calmar los ansiosos ánimos.
 
Luego de darle un puñetazo amistoso, Arnout siguió encabezando la búsqueda por los intrincados  pasajes de que se extendían en la periferia del cuarto nivel subterráneo y cerca de las minas, como indicaban con dibujos las señales de peligro y cuidado. Se notaba lo abandonadas que estaban esas rutas por la multitud de telarañas y grupos de murciélagos.

- ¿Estás seguro de que  es por aquí? -Preguntó Rolf cuando la luz de la antorcha reveló un trozo de riel, de esos que guiaba los carros que en otros tiempos trasportaron los distintos minerales que eran extraídos, símbolo de que podían haberse extraviado.

Arnout lo miró con un gesto de impaciencia. Ambos jóvenes eran soberbios y creían que lo sabían todo, algo típico además en su edad. Rolf había aprendido mucho de humildad con el anciano caballero, pero frente a alguien de su edad quería mostrar su valía sobretodo ante el joven nativo,  el escudero  aún en calidad de amigo sentía el desprecio que le mostró Arnout en principio por ser extranjero, y notaba claramente que el rubio estaba tan poco dispuesto como él a dejarse dirigir por alguien de su misma edad. Finalmente siguieron por otro camino que tomaba una bifurcación que no rodeaba los restos de los rieles.

- Hay que tener cuidado, hay alimañas muy peligrosas aquí abajo - le advirtió al escudero el habitante de los subterráneos.

- Una arañita no es una peligro - al darse vuelta Rolf vio una red gruesa como cuerda de barco.

Tuvieron que volver a correr, por culpa de los restos de cristal verde que explotó en ese momento. Lograron salir sólo con un par de rasguños de una araña enorme que cayó a las espaldas de los jóvenes después de que habían creído ver a un fanático que deambulaba por uno de los pasadizos cercanos. Luego de la pequeña explosión vieron que el supuesto fanático era sólo restos del esqueleto que voló desde una de las telarañas, pero por ningún motivo los dejaba más tranquilos, pero tenían que seguir por las excavaciones hasta encontrar los terrenos de la secta, el esqueleto presentaba restos de una túnica y ninguna herramienta cerca, ya estaban más cerca de los sectarios.


Cuando ya empezaban a desesperar al no poder dar con señal alguna del culto escucharon  como en un pasillo cercano se repetían frases extrañas, muchos pasos con un ritmo y cada cierto tiempo el sonido de un cuerno. Los muchachos respiraron hondo y se incorporaron muy disimuladamente entre los últimos fanáticos  que iban en una especie de celebración. Intentaron ver a los rehenes, pero era difícil entre los cultistas y  sus raros movimientos corporales.

Luego de recorrer varios pasajes llegaron a una enorme caverna abovedada que estaba rodeada con cristales y vapores de distintos colores, pero predominaban los brillos verdes. En medio de la caverna de piedra y cristal se emplazaba una plataforma con un orificio en medio que parecía  un  enorme pozo de agua, la pregunta era ¿Que podrían extraer desde las entrañas de esa parte de la montaña?. Los sectarios más corpulentos se mantuvieron cerca de las seguidoras de la tríada, en cambio al otro enfermo que había estado en las piezas aisladas se le reverenciaba como a un dios, sentado entre cojines cercano a una de las paredes de roca, había un par de personas difícil de determinar su sexo por las túnicas, pero trataban con mucho cuidado el convulso cuerpo del chico. Rolf en las lecturas sobre religiones exóticas y lejanas que había en la biblioteca de su padre había visto una muy extraña, que adoraba a criaturas antiguas que ya eran parte de las leyendas, como los Gigantes Yaxian o seres de fuego o de los mares profundos, en ellas preparaban a personas con cegueras, malformaciones y otras enfermedades como las encarnaciones de sus dioses.

La ceremonia, al parecer, estaba por comenzar y los dos muchachos se pudieron mezclar sin mucha dificultad gracias a sus altura con los fanáticos cercanos a Ayla y Colombe. Serían parte de algo que personas fuera de la secta no habían visto nunca antes. Un hombre con una túnica diferente a las de los demás fanáticos, dorada en los bordes y negra en el resto ,  apareció por un abertura en el costado opuesto a la entrada por la que habían llegado a la cueva, y estaba más alto que el resto en un palco rocoso. Era el líder o, al menos, el sumo sacerdote de la extraña religión.

- ¡¡¡Hakkar al salum!!! – rugió el líder y las palabras se amplificaron al chocar con las paredes.

-¡¡¡Salum er ober!!! - repitieron todos. Rolf y Arnout siguieron las voces del grupo; desde el borde en que estaban podían ver una multitud y comprobar que, aunque eran bastantes, había espacio para muchos más.

- Nosotros somos los seguidores del verdadero camino. Aquí tenemos a parte de las anatemas que intentaron impedir el flujo de nuestros señores del triángulo dorado.- Las palabras del hombre encapuchado eran definitivas – Además, gracias a nuestros hermanos que se mezclan con los traidores, salvamos a una de las encarnaciones de los antiguos.

Entonaron salmodías y cánticos, algunos con mucha fuerza, otros de manera solemne; a diferencia de los fieles, a Arnout y Rolf se les hacían eternos. El plan que había ideado el rubio nativo a Rolf le parecía lleno de inconvenientes que en ese momento dejaron de ser pequeño. La multitud era mayor a los números que había considerado Arnout y las posibles fallas que, según los amigos del nativo, deberían haber encontrado entre los guardias del profeta, eran en la realidad mucho menores. Si no ocurría un milagro, cosa en la que el mismo Rolf no creía, sería su final  y seguramente los sacrificarían junto a las cautivas.

A una señal del hombre de la túnica negra, varios de los cultistas incluyendo a Rolf y Arnout, se acercaron a las dos seguidoras de la tríada y las tomaron de los brazos. Las hicieron avanzar hacia el gran pozo, donde las amarraron a dos enormes postes; astutamente quienes se encargaron de las cuerdas fueron el escudero y su amigo. Rolf que en el poco rato había echado a correr las ideas ya tenía pensada una alternativa a los planes que habían considerado. Luego de otra señal, cuatro de las personas que cercaban a las mujeres comenzaron a girar unas manivelas que funcionaban en ese pozo gargantuesco para sacar algo de la excavación.

- Ahora haced venir a los hijos de la entropía, ellos darán a las seguidoras de la traición el fin que merecen - dicho esto el loco profeta levantó las manos y dejó caer la cabeza.

Cuando ya se oían gruñidos y rasguños desde el foso, un acólito de la secta dijo algo al oído del profeta, las palabras causaron espasmos airados de este que con un gesto rápido le indicó que se alejara de él. Multiples murmullos empezaron a  oirse entre la multitud, varias exclamaciones y ciertas palabras revelaban la llegada de varios de los guardias de la secta y algunos de los infiltrados desde los niveles más altos que habían llegado heridos huyendo desde las otras plantas.  Rolf le hizo una seña a Arnout para que estuviera atento.

- Hermanos míos, los impuros y los extranjeros están combatiendo a nuestros hermanos de los niveles más arriba, intentando defender a la más grande de las rameras de la tríada - La voz del profeta consiguió instar la violencia entre los sectarios - Id a combatir a esos herejes invasores; quedaos sólo los necesarios para terminar el rito de adoración al nuevo hijo de la tormenta final

Milagro u oportunidad, este es el momento, pensó Rolf. Ya quedaban muy pocos de los guardias y gran parte de la gente se fue a defender a sus familiares y amigos de los sectores en conflicto. El escudero se movió rápido y lanzó un trozo de cristal verde a la abertura desde la cual hablaba el líder de la secta. Hubo una explosión que hizo retumbar el piso, pero los jóvenes no estaban preocupados de eso; ya estaba Arnout soltando a Ayla, mientras Rolf sacaba su daga y espada corta de entre los pliegues de la túnica para mantener a raya a los sectarios que intentaban acercarse. Usaba la espada como escudo y la daga era terrible para hombres con palos y, más aún, sin formación marcial.

Una nube verde empezó a elevarse de grietas en el piso, al parecer (la expresión está bien, pero siento que la usas mucho. A veces podrías cambiarla por cosas como “Rolf dedujo”, “seguramente”, etc.) había más cristales, lo que volvía más urgente el rescate de los rehenes. Los jóvenes ocuparon las túnicas para embozarse e impedir la inhalación de los vapores. Los sectarios parecían disfrutar del efecto de los vapores: muchos se quitaron las túnicas y comenzaron a danzar, otros olvidaron la prudencia y se volvieron más violentos. Se lanzaron como bestias en contra de los jóvenes que ahora se enfrentaban a ellos como lobos defendiendo a Ayla y Colombe. Cayeronn un par de hombres que volvieron a pararse.

- ¡¡¡A TU DERECHA!!! -  el grito de Rolf alcanzó a avisar al rubio nativo.

- No caen, juro que le herí las piernas - respondió Arnout.

- Concéntrate, esto no acaba hasta que dejen de pararse - en su viaje Rolf había aprendido que un enemigo caído bien podía alzarse y esgrimir todavía las armas

A pesar de los gritos de los fanáticos y los cuerpos a su alrededor, ambos muchachos estaban logrando mantener la posición. Además la muchacha y la mujer se habían hecho con un par de bastones de los hombres caídos y los ayudaban a mantener la distancia del grupo de embrutecidos hombres que los rodeaban. Los defensores ya no sabían qué buscaba ese grupo de personas enardecidas, no les importaban los heridos que incluso los ataques que la misma masa causaba, sólo seguían luchando con dientes y garras, dejando fluir su sed de sangre.  Entre todo ese ruido de golpes y cortes, gruñidos, alaridos e incluso risas histéricas, un bramido no humano ganó en fuerza a todos los demás sonidos. Los jóvenes no lograron saber qué ocurría hasta que ya era demasiado tarde.

- Venid. hijos de la tormenta, ayudadnos a derrotar a los impuros - El sacerdote estimulaba a sus seguidores a luchar lado a lado con los seres de la oscuridad que aparecían desde el subsuelo.

Cuando Rolf vió lo que se venía acercando no supo con cuál de sus armas podría combatir a las monstruosidades que atacaban a los fanáticos y se acercaban a ellos también. Había dos tipos de criaturas, ambas igualmente asquerosas; unas eran similares a humanos pero más pálidas, con los ojos amarillos y furiosos, dientes que parecían de una bestia y, con garras mucho más fuertes que las uñas de un humano, desgarraban la carne de los sectarios. Las otras poco se diferenciaban de los esqueletos que yacen en las catacumbas, pero contaban con algo más que causaría pesadillas al más valiente; una especie de gusanos sanguinolentos se retorcían entre las costillas y alrededor de las extremidades, y esa misma masa era la que salía de su boca en una especie de lengua.

Rolf tomó el último resto de cristal verde que tenía en su morral que era altamente explosivo y cuyo humo provocaba halucinaciones y desinhibición en los humanos. Si no causaba la explosión  de los Necrarios, como había leído en algún libro de mitología del reino de los Gaudos, al menos produciría un derrumbamiento para poder escapar de esas terribles cavernas. Cuando chocó el cristal contra las formaciones rocosas, el estruendo no fue tan grande, pero causó un leve derrumbe que le limpió a las cautivas y sus jóvenes libertadores el camino a la salida. Los horrores que tuvieron que ver fueron peores que la lucha con los fanáticos. Estos últimos, por culpa de sus creencias, no podían luchar contra los seres oscuros, que para ellos eran los enviados de sus divinidades, intocables y terribles. Su religión los condena, pensó Rolf. No sólo eran golpeados y desgarrados, las peores imágenes eran los cuerpos mutilados, miembros sanguinolentos, entrañas colgando e incluso los restos de un cultista saliendo de la boca de una abominación. La sangre fue siendo más común que la tierra, los gritos inundaban la alta bóveda, ni los cuerpos muertos yacían en paz, mordiscos de carne humana estaban en las fauces de los horribles seres. Corrieron de ese espectáculo espantoso, ya no podían hacer nada por el chico enfermo, aunque lo habían buscado entre los muertos y los vivo no lo lograron ubicar.

La comitiva alcanzó uno de los pasajes que comunicaban con la salida. Arnout encabezaba y Rolf defendía la retaguardia, las mujeres corrían en medio apretando el paso, no era un momento para dividirse. En una de las encrucijadas una túnica negra les detuvo el paso, estaba armado el histriónico profeta.

- Ustedes, engendros de las rameras de la tríada, pagarán por haber engañado a los hijos de la tormenta, sus huesos hechos polvos servirán para santificar un nuevo templo - Los vapores de cristal verde habían afectado al profeta que daba rienda suelta a su ira.

Arnout, empuñó sus armas tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos y mordió su labió hasta hacerlo sangrar, su mirada fija en el profeta era la de un perro dispuesto a despedazar a su enemigo; no sólo habían raptado a su hermana, muchos de los sectarios eran pobres hombres que perdieron todo con la invasión de Roger y le creyeron los mensajes de salvación que inyectaba este maldito, sin contar que el falso profeta insultaba a las diosas de su devoción.

- ¡¡Calla tu maldita boca infiel! -  El grito  del rubio, después de esquivar el corte que le mandó el demente profeta, fue seguido por un tajo propio, luego de un segundo y terminando con la daga enterrada en la garganta del maldito. – Mira, Rolf, esto fue realmente un milagro de las diosas.

Rolf sabía que eso era un error, no se podía quedar desarmado en medio de tantos enemigos, menos siendo Arnout uno de los pocos que sabía pelear. Como si el Universo quisiera demostrar su error al pobre amigo del escudero, apareció por su espalda una criatura alta y oscura llena de rasgaduras. No se veían pupilas, sus ojos eran sólo dos ópalos negros.  La terrible figura atravesó con sus garras el costado del joven, simultáneamente Rolf había lanzado su cuchillo contra ella.


- ¡¡¡NOOOOO!!! -  fue el aullido que desgarró la garganta de Rolf.

Despertó sudando. Habían pasado casi dos años, e incontables noches donde se repetía la misma horrible pesadilla que no dejaba de acosarlo. Su lecho había dejado de ser un lugar de descanso, más bien parecía el potro de sus torturas.

- ¿La misma pesadilla? - preguntó Esaú que había remecido a su amigo para sacarlo del espasmo nocturno - Quizás si rezas a las diosas puedas algún día alguna vez dormir en paz.

- ¿Las diosas? - se mofó Rolf - Ya eres grande para creer en cuentos de viejas.

En aquella lejana escaramuza Rolf había logrado salvar a Ayla, a Colombe e incluso habían encontrado a la falsa encarnación divina, pero no sólo había perdido un amigo; después de esa noche, también la poca fe que le quedaba había desaparecido.

¿Continuará…?