lunes, 10 de marzo de 2014

Capítulo I : Un plan casi perfecto

Rolf se miró en el reflejo del agua, era el río más claro del claro, llamado río Claro; qué estúpido pero lógico resultaba, pensaba. Para qué complicarse y ponerle a los lugares nombres extraños, místicos  o rimbombantes. Recordaba palabras altisonantes y distintas de sus años en el Círculo Externo, rodeado de montones de niños hablabando con palabras antiguas que no tenían relación más que con las religiones y pueblos de hace generaciones. Había pasado tanto desde ese tiempo.

Se comenzó a poner sus ropas, tenía que buscar a los demás. Rolf era un joven normal, demasiado para su gusto, por lo que desde muy pequeño hizo cosas más allá de lo normal para no ser una sombra más que pasa por el mundo. Así empezó a decir mucho con pocas palabras, palabras pronunciadas con tono ronco y calmo, a manisfestar siempre su opinión. 
Claro, le traía problemas, pero sin ellos la vida no sería más que una pelusa que flota sobre un río. Su rostro era regular, si alguien lo intentara describir sin antes oir su voz o conocerlo bien, sería muy difícil diferenciarlo. Como la primera vez que se había escapado de la casa de sus padres. Qué comedia esa, lo habían confundido con otros niños que sí habían ido, al contrario que él, a comprar obedientemente las cosas en el mercado. Cuando se había aburrido y el hambre lo había obligado a volver, encontró su casa llena de chicos, todos con algún rasgo parecido a él, el pelo o la boca, pero al final no eran él, siendo claramente reconocibles porque algo en sus facciones los hacía diferentes, especiales y recordables. La única cosa que dejaba a Rolf en evidencia era la cicatriz sobre la ceja derecha, una marca de sus fugas o búsqueda de aventuras, como las llamaba él.Si tan sólo hubiese sido del Círculo Exterior, como querían sus padres, habría tenido una vida tranquila, sin grandes preocupaciones, pero no, él tenía que enamorarse y salir en búsqueda de su amada. Claro, cuando se es del Círculo no se puede tener mujer, al menos a vista y paciencia del mundo.

Se vistió como su plan requería, botas oscuras, pantalón de lana negra, jubón negro y coleto de cuero teñido negro. Tenía algo muy importante que hacer esa noche; el límite que separaba ser conspirador de ser atracador de caminos no estaba muy definido para los campesinos, no existía para el gobernador y sólo él y los suyos lo tenían muy claro, grabado en la cabeza.
Montó a Noche, su caballo. Era muy terco, pero lo había logrado amansar con cariño y dedicación. Sin embargo, como le había dicho Ser Varus, su antiguo maestro, en batalla los caballos morían de las más terribles maneras, por lo que no era bueno encariñarse mucho con ellos. Esperaba que esta noche ni esta ni Noche terminaran mal, pero las diosas no se preocupaban mucho por los hombres, mucho menos se iban a preocupar de un caballo.
Oyó los gorjeos de los pájaros, señales convenidas por su grupo para identificarse. Escuchó de pronto el ulular del búho: Axel estaba listo. Durante unos segundos eternos no se oyó nada más, hasta que rompió el silencio un apurado trino de Mika y la calma volvió a Rolf . Iban a romper la opresión sobre ellos y su pueblo, lograrían detener al maldito.

El sonido de los caballos que avanzaban al paso les indicó que ya estaba todo por comenzar. Estaban nerviosos, eran inexpertos en ese baile, esa macabra danza sangrienta con la que pretendían dar término a las vejaciones, violaciones y tantos otros abusos producidos por el nefasto gobernador, noble venido a menos que había aprovechado su cargo para asegurarse una vida de reyes a costa de los campesinos y pescadores de una de las regiones más pobres del reino.

Se sentía agitación, gritos se oían cerca, Rolf saltó con el caballo, oh, Ursya, Sorya y Varsya, señoras de la justicia, que esto termine bien. Eran muchos más hombres de lo que esperaban, los campesinos habían hablado de una decena, un solo destacamento, sin contar al maldito Roger Lefleur, a quien le encanta recolectar los tributos personalmente, su diezmo. Ese diezmo nunca era tal, el parecía creer que le correspondía mucho más. Con la mitad lo veían tranquilo; ni satisfecho, ni feliz, para eso hubiera sido mejor tener esclavos, escucharon decir a Roger, no labriegos. En qué se había convertido Sombrese por la descabellada idea de este rey de abolir la esclavitud de los nacidos en el reino, solía quejarse.

Chocaron los aceros, resonaban las maldiciones de los hombres y los relinchos de los caballos en medio de la oscuridad. Los jóvenes del Grupo Liberador del Claro intentaban dar un paso enorme hacia lo que ellos soñaban. El camino que unía el castillo embrujado, los distintos terrenos de cultivo y el pueblo cruzaba un gran bosque, antiguo y tranquilo; era un lugar perfecto para la emboscada. En ese momento surgió de entre los árboles un griterio que resonó e hizo escapar a los pájaros y animales nocturnos. Rolf agarró su espada y la apretó fuerte, sus nudillos jóvenes e inexpertos se pusieron blancos, ya no había vuelta atrás. Noche corría furioso, como una fuerza demoníaca entre sus piernas. Raspó el acero de su espada contra el borde de la lanza de uno de los guardias, pasó de largo como tantas veces había visto pasar a Ser Varus. Las flechas de sus amigos rebotaban o se perdían tristes en la noche, cosa que perjudicaba al grupo de choque. No eran profesionales ni tenían equipo de buena calidad comparados con los guardias. Estos eran hombres de armas, escogidos algunos entre crueles asesinos, otros eran los hijos bastardos de pequeñas casas nobles que harían lo que fuera para ganar ventaja  dentro de su desgracia frente a los ojos de sus amos. Perros, los llamaban a sus espaldas, y eso era insultar a tan leales compañeros.

De vuelta del primer ataque, Rolf giró su caballo, agarró fuerza y pretendió engañar al gordinflón que tenía en frente con un complicado movimiento de espada, pero este notó la estratagema y actuó a tiempo, deteniendo el golpe mientras su rostro mofletudo se burlaba del chico. A sus amigos no les iba mejor, sólo había otro caballo en el grupo. A este se sumaba un lote de huérfanos demasiado pequeños para ser contados como parte de las tropas, quienes tiraban piedras con sus hondas. Entre ellos estaba su amigo Esaú, quien todavía no alcanzaba las doce primaveras y era casi un hermano para él. Pobres chicos, pensó  Rolf, esos huérfanos creados por obra y gracia del Gobernador. No era la primera vez que alguien castigaba a sus granjeros, trabajadores o esclavos, pero al marqués de Sombrese le encantaba quemar cosas. Podían ser cosechas, chozas, herramientas o en el peor de los casos a los hijos de unos padres o a los padres de unos chicos. La ley del fuego no dejaba rastros ni pruebas. "Los campesinos se reproducen rápido, siempre hay más", escucharon al marqués comentar con sus hombres más de una vez.

Por un momento, al ver a Esaú, Rolf perdió la concentración en el enfrentamiento. No fue buena idea, otro guardia lo hizo caer del caballo. Por misericordia de Varsya, Noche siguió corriendo, pero no quedó suficiente piedad para Rolf, que cayó de costado sobre filosas piedras, las cuales por poco atravesaron el coleto y repartieron sus entrañas por el camino. Recuperó su espada perdida al caer, iba a ser más dificil luchar a pie. Casi cegado por el dolor, trató de acercarse al gobernador, pero los guardias anticiparon su movimiento. Al estar más cerca de ellos sintió el olor a humo en las ropas de los perros bastardos, debían venir de un ajusticiamiento. ¿Cuál sería ahora la familia destruida? Una piedra chocó contra un yelmo y se escuchó un alarido; los antes soberbios guardias se mostraron entonces más agresivos. Ya no era sólo un grupo de chicos, ahora eran peligrosos subersivos con ansias de sangre e ira en sus ojos.

El otro jinete aliado, o al menos su pobre imitación, perdió las riendas. El caballo se desbocó, pero el pobre Al no tuvo tanta suerte como Rolf: quedó enganchado y fue arrastrado unos metros, hasta que se sintió un golpe sordo que hizo girar a varios de sus compañeros solo para  ver su cuerpo que se desparramaba por la tierra del camino. Rolf, enfurecido, corrió evitando a un guardia a pie que ya resollaba de cansancio y se acercó hasta tener en frente al gobernador. Sólo veía rojo y su presa estaba ahí. Estaba preparando un tajo contra el maldito que gritaba órdenes. Tuvo que esquivar una piedra para poder lanzar la estocada mientras gritaba:

- ¡Roger Lefleur, paga con tu vida por las muertes que causaste! Agradece que estarás muerto antes de quemarte.

El cuerpo caía y la sangre saltó al rostro de Rolf, los segundo le parecieron interminables. Cuando volvió a sus cabales, el joven no podía creer lo fácil que había sido, Roger a pesar de su maldad era un guerrero y era muy extraño que ni siquiera llevara una espada. Con desasosiego, revisó el rostro del cadáver y descubrió que no era el protagonista de las pesadillas de los pobladores. Era muy parecido, podría ser un primo, pero no era la presa; este era un error, un error que estaba costando muchas vidas. Entonces oyó ruidos nuevos, se giró y uno de los guardias le apresó el brazo que llevaba la espada. Vió venir lo peor: sobre ellos se lanzaban decenas de caballos y sobre uno de ellos el verdadero Roger sonreía. A los jinetes los acompañaban varios arqueros que sí fueron efectivos, para pesar de Rolf. Con cada flecha un vida más pesaba en su alma, veía jóvenes y chicos tirados en la tierra con miradas perdidas, sangre por todos lados, cuerpos sin vida. También capturaron a Esaú. ¿Cuántos de sus amigos habían alcanzado a correr? Creía que sólo un par, Vincent y Palu al menos. Unos guardias levantaron el cuerpo del falso Roger.

- Todavía respira, mi señor- Anunció uno de ellos, arrancándole una risa al auténtico Roger:

- Para que de algo sirvan los bastardos. Curénlo, no me quedan muchos dobles. - Miró a Rolf y escupió: - Ya tenemos material de hoguera. Ya verán que se hace en Sombrese con las manzanas podridas.
El pueblo los había traicionado. La diferencia entre un delincuente y un conspirador para el Grupo Liberador del Claro estaba marcada a fuego, pero para los campesinos y el gobernador no existía.

2 comentarios:

  1. Es tan vertiginoso que se me hizo cortísimo! Felicidades, ser F :)

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  2. ¡Te tengo unas notas sobre este capítulo! Las comentamos pronto.

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