- Llevad esos flacuchos traseros a la arena - Era la voz del
tuerto Don, uno de los pocos guardias que a Rolf no le caía bien; siempre
trataba de pasar un buen rato a costa de los más débiles.
Rolf, esa noche a diferencia de otras, había velado sus
armas como si recibiera los votos de la caballería, era la única forma que
tenía de sentirse tranquilo para el desafío que lo esperaba esa mañana. Ya no
compartía los sueños e ilusiones de los caballeros, que era la forma de
explicarle a Esaú o en una de las cartas escritas a Ayla el proceso por el que
había pasado. Para el ex-escudero, como
Rolf se llamaba a sí mismo, había una lucha mayor que seguir a diosas o
divinidades ficticias, había un montón de señores feudales corruptos e incluso
criaturas que aunque eran de carne y hueso la mayoría de la gente pensaba que
no existían escapaban de los mitos y leyendas para aterrorizar a los aldeanos y
campesinos.
- Si tenéis armas propias id directo, ineptos hijos de
mercader. Si no, además de ser unas viles ratas, deberéis ir a buscar a la
armería - siempre Don buscaba cómo ser más agradable, pensó Rolf.
Esa mañana que aún no comenzaba. El candidato a la guardia
llevaría las armas que eligió para velar; las que le obsequió Ser Varus, su
maestro en las artes de la caballería, por el respeto y gran aprecio por el
anciano y aún vital caballero errante, Rolf consideraba una falta hacía él y
hacía los otros caballeros que había conocido el seguir un camino en el que no
creía, el salirse es lo menos que podía hacer por ellos. Esa mañana el joven
realizaría la prueba para oficial de guardia de Ser Reginald, quien, aunque
amigo y compañero de armas de su mentor, pensaba más en el plano terreno que en
el espiritual. Ya lo llamaban Sir y no Ser, aunque era una sola letra era una
diferencia entre los tipos de caballeros y Sir eran los que dejaron de recorrer
los caminos.
- Miren, viene el escudero anciano - otra de las joyas de la
ciudad, Arjen, era hijo de uno de los oficiales del rey, el padre de este había
ganado su título en la guerra contra el reino de Souden, pero no dejaba de ser un fanfarrón, sus muchas
hazañas no dejaban de ser palabras que jamás podrían ser comprobadas.
Los primeros rayos del sol todavía no tocaban la tierra, el
amanecer estaba cercano y Rolf ya no era el único que esperaba en los terrenos
de práctica de armas de la "guardia alada", como le decían al ser los
hombres de Ser Reginald "el albatros". Las historias de sus andanzas
junto a sus compañeros de armas para validar a las diosas y salvar a los
aldeanos del reino en contra del Imperio oscuro ya se habían convertido en un
clásico de los teatros tanto callejeros como en los castillos y palacios,
aunque cargados con todas las hermosas palabras que alejan a la guerra y a la muerte de su horrible realidad. Ya
habían pasado muchos años desde esa época, todo eso fue antes de la guardia
alada, gran idea que permitía el orden cuando los caballeros no eran
suficientes. El cambio es lo único constante, como decía Ser Varus, y la muerte
hacia donde todos vamos, pensaba en estas cosas para quitarle importancia a las
burlas que le obsequiaron.
- Parece que le dieron el día libre a la mascota - ese
maldito de Arjen no paraba de reír y de llenar su boca de estupideces
- Y parece que alguien está buscando que le quiebren otra
vez un dedo - se burló Príncipe, de Arjen en su defensa. Príncipe era uno de
los pocos guardias jóvenes que había aprendido modestia antes de las cicatrices
y marcas en el cuerpo.
Habían ido llegando más postulantes, algunos arreglaban sus
armas lo mejor que podían; no faltaban los que habían tomado escudos muy
pequeños o armas con las que no eran tan eficientes, la suerte algunos se la
crean, otros siempre la harán cargo de sus malas decisiones, que pasaría si no
pagara tan bien la milicia, que sería de estos chicos.
- Miren como defienden a la mascota, tiene más de un dueño y debe tratarlo muy bien - dijo
Arjen con obscenos gestos-
- Deberías preocuparte más de tu propio trasero, que tus
guardias dicen que te ganaste unos reales con él - Rolf ya se había aburrido,
lo intentaba, mas jamás sería tan vivaz como Esaú, pero aun sin él Arjen no era
de aguantar mofas y sus matones tampoco, eso era otra de las cosas que odiaba
de él siempre conseguía imbéciles que lo siguiera.
- Ya basta de
tonterías, esta es la cuarta parte de la prueba para ingresar a la guardia.
Haroldson, encárgate de los defensores, y tú, Val, encárgate de los atacantes.
Después de la primera carga, cambiaremos los grupos, los que no se muevan
rápido, mejor vayan a casa y vuelvan el próximo año - Se notaba que el oficial
no estaba muy a gusto con la tarea de seleccionar, sobre todo con las presiones
de los pequeños nobles y burgueses que mandaban a los hijos en busca de fama y
renombre, daba las direcciones muy rápido y no le interesaba si había preguntas
- Ah, se me olvidaba: tienen que elegir quien será el escoltado de los
defensores y quién será el líder de atacantes.
La mayoría de los postulantes quedaron sorprendidos, no se
imaginaban que la prueba cambiaría justo ese año. Los rumores decían que cada
detalle era crucial, una demora te podía costar el puesto y podía ser terrible,
tanto volver cortar leña por el resto de tu vida como perder los aportes
monetarios de papá. Rolf estaba sin cuidado para él era mejor partir atacando,
mas defender le daba la ventaja de poder analizar mejor a los demás, como si no
fuera poco era uno de los pocos que sabía que Haroldson era Príncipe. No era
más que el juego que todos los niños habían realizado desde pequeños, un grupo
contra otro, sólo que con más reglas; los nervios eran los que derrotaban a la
mayoría.
La luz de los primeros rayos del sol era algo que cada
forastero que pasaba por los territorios de Souden relataba y guardaba como un
tesoro, no se podría decir si eran las nubes o qué cosa, pero muchos artistas
pasaban por el reino en busca de inspiración. Si no fuera por el tiempo que
Rolf llevaba en esos territorios hubiera sido uno de los tantos extranjeros que
fallaban el examen por el mal del artista.
Entre la niebla se podían diferenciar dos grupos de hombres
de muy variada constitución y armamento, espadas cortas y algunas largas,
escudos de distinta forma y estado, lo que los unía además de sus deseos de ser
parte de la guardia alada era el frío que soportaban sus cuerpos. Pasada la
primera carga de los atacantes, el resto fue más sencillo para Rolf, los que
quedaban en pie ya estaban aburridos de golpear sin ver resultados, además no
tenían un buen líder; Arjen se quedaba atrás y sólo daba órdenes. Pasó algo que
el ex-escudero en la defensa sólo tendría lugar en sus sueños, uno de los
atacantes corrió contra Arjen y terminaron envueltos en una riña como en los
orígenes de la humanidad, puñetazos, agarrones y lo que la desesperación
permitiera. A pesar de eso todavía había unos cuantos atacantes que deseaban
terminar la prueba, más de los que hubiera deseado, pero con el líder
preocupado de no recibir bofetones y menos tener un brazo roto.
- Cuidado con el costado, Loco - loco Muerten era uno de los
jóvenes más atolondrados y extraños de los postulantes, pero a pesar de no ser
cercanos respetaba a Rolf. Quizás era que al joven extranjero ya no le gustaba
tener gente nueva cerca- Se vienen los últimos, a mi señal y terminamos con
esta parte.
El tiempo de descanso no fue mucho, los atacantes y Arjen
estaban cansados y no esperaron que la estrategia de protección de Rolf y
Muerten mejoraría tanto el grupo de los defensores. Estos tampoco estaban como
nuevos, mas ya habían entrado en calor. Ambos grupos tomaron cada uno su nuevo
lugar y lucharon por su futuro.
Los defensores
contaban con pocas ventajas que le pudieran otorgar la victoria en este juego
determinante, uno de estos con la mitad de su escudo evitaba los golpes y
aunque no recibia golpes, y cuando podía metía un par de golpes de lanza que no
llegaban a destino, la presión de los atacantes era mucha y eso era lo que Rolf
esperaba. Era muy grande la diferencia entre quienes alguna vez habían blandido
un arma con el filo como única posibilidad de supervivencia frente a quienes
fuera del patio de juego sólo lo usaban para cortar un trozo de pan e incluso
hasta ese objeto venía derrotado. Lamentablemente dentro del grupo del que una
vez fue escudero la proporción entre sobrevivientes y neófitos no era muy
diferente al de los defensores. Al cabo de un rato ambos grupos estaban
disminuidos por el cansancio, era ahora o nunca. Como si lo hubieran practicado
antes, tres de la vanguardia lo rodearon.
- Acabad con él - eran las palabras de uno de los secuaces
de Arjen que no tenía nada agradable ni su voz, ni sus gestos. Incluso en su
pandilla lo llamaban Verruga - si no es tan fuerte
Las palabras del
esbirro no eran nada para Rolf, pero le trajo recuerdos de los años de lucha,
cuando vió la figura alta y oscura detrás del trío defensor, la fría calma de
la mirada del joven cambió completamente. Entre varios de los chicos de ambos
bandos ayudaron a quitarle al Flaco Hubert entre las piernas semi inconsciente.
- Ya se acabó - el grito detuvo a los jóvenes. Los menos
heridos, junto a los guardias a cargo, separaron a los atacantes y defensores -
estoy harto de decir lo mismo, pero esto es la última vez.
- Lo siento - se disculpó Rolf tomando sus armas, luego de
de botar el aire en una molesta expiración.
- No deberían permitir enfermos en la guardia - reclamó
Arjen.
- Nacer con plumas y poner huevos también es una enfermedad-
replicó Loco Murten, que Rolf no sabía si lo defendía o se sintió atacado - Tu
padre no podrá ocultar tu derrota.
-Tendrán los resultados en la noche. Adiós, perdedores -
Rolf nunca querría al tuerto Don, pero no importaba, esta noche le darían la
noticia que le daría un cambio a su vida.
Ya había atardecido cuando Rolf se acercó a cenar en las
cocinas del castillo, prefería hacerlo con los guardias jóvenes, pero estos
estaban acantonados para no mostrar preferencias. Ya estaba sentado cuando uno
de los chicos que ayudaba a los trabajadores de la cocina le dió un mensaje,
Haroldson lo esperaba cerca de los dormitorios. El escudero devoró su comida,
sabía que príncipe podía tener noticias de su postulación, lleno de energías y
ansiedad partió corriendo a ver al guardia.
Ya aparecían las primeras estrellas cuando vió al joven
oficial fumando de su pipa, esta era motivo de risa entre los más veteranos,
mientras más intentaba parecer mayor, más cómico se ponía. La ansiedad de Rolf
se veía a pesar de sus intentos por parecer tranquilo, se acercó los últimos
metros, pero ya al estar pocos pasos observó que la expresión de príncipe no
era de ceremonia, sino de incomodidad.
- Mira, Rolf, tienes que entender que muchos sucesos en
nuestra vida no son señales determinantes de nuestro camino, son sólo pequeños,
mmh, designios de que hay otros caminos...muchacho.
- ¿No pasé la prueba? - Rolf estaba sorprendido, sabía que
había hecho todo bien esta vez, no sería igual que con la prueba a escudero -
¿Cómo?
- No sé - Haroldson rompió su postura, la simpatía por el
joven explotaba en ese instante- realmente no lo sé, vi tus pruebas y no lo
entiendo, me molesta, hay algo raro
aquí, ni siquiera aceptaron el número habitual y el chico con más puntos no era
mejor, lo siento.
- Ehm, sí, nos vemos - Rolf bajó la cabeza y corrió a su
habitación, había mucho que hacer.
El joven ex-escudero ya había dejado atrás la muralla que
separaba los límites de la ciudad y muy atrás los sueños de ser oficial de
guardia. Le dejó una nota rápida a Ser Varus, donde le daba gracias por todo;
no dejaba de estar triste de abandonar a su maestro y sobre todo a Esaú, pero
sería mejor para ellos mantenerse juntos.
Rolf estaba harto del
reino, el lugar parecía un paraíso cuando llegó a él, años atrás, pero a medida
que fue pasando el tiempo perdió el deslumbramiento y empezó a ver las cosas
desde otro punto de vista. Los guardias no eran los hombres que contaban las
historias, claro eran mucho mejores que los asesinos y bravucones de la región
de Sombrese, pero aún así, había mucha pobreza y muchos imbéciles que no
merecían la comida que roían rodeaban a Ser Reginald. Este mismo ya no mantenía
votos, tenía una esposa, pero tan sólo una actriz para tapar las habladurías
del reino, se había vuelto rabioso y adicto a los juegos, y ni siquiera a la
justa, ni a las otras etapas de los torneos, solo a los encuentros sangrientos
donde enviaban a los ladrones y otro tipo de delincuentes. No era lo que él
esperaba. A eso se le sumaban las
pesadillas por la muerte de Arnout, recordar por las noches cómo no pudo ayudar
al amigo asesinado era una herida constante. Aunque intentó tener una relación
con Ayla, la sombra del amigo y hermano, los diferentes caminos y la distancia
llevó todo al fin. ¿Qué le había dado El valle de la Roca más que sinsabores?
Siguió Rolf por el camino principal que pronto se separaría,
el cartel mostraba que estaba el paso para los valles del sur y el gran camino
al imperio de los Ríos. No tenía ningún plan muy claro, solo quería dejar la
región. El gran imperio de los ríos no era muy civilizado según los textos del
Círculo que en su infancia había leído y constantemente tenía problemas con
otros reinos. Los valles del Sur eran considerados como uno de los más ricos
del reino, en cuanto a comida, y mucho más cálido que la región de Sombrese o
del valle de roca, era la única región que no poseía señor, eran varias
familias las que la dirigían.
Con su destino un poco más despejado el joven avanzó por la
ruta a la capital de la región. Su fiel Noche era lo único que le quedaba de su
pasado, regresar a su hogar era imposible, el viaje en barco era permitido sólo
a altos dignatarios en este reino; qué diferencia con su ciudad de origen donde
cualquiera podía hacerlo.
Divagaba Rolf sobre sus padres y hermanos, cuando un sonido
lo sacó de ese melancólico trance, era un caballo que salió de un camino semi
oculto por la vegetación y casi lo pasa encima. El caballo frenó en seco y el
tipo casi salió volando, en vez de eso empuñó su espada.
- ¡¡Aléjate, bandido!! - era un grito apagado.
- No soy bandido - respondió ronco y apagado Rolf.
- ¿Dónde están los
guardias del Valle? - preguntó el tipo a caballo, que además tenía la insignia
de Sombrese.
- Si sigues por ahí, encontrarás un puesto de guardias del
Valle - no le tenía ningún aprecio a la guardia de Sombrese, los perros como
los llamaba.
- ¿A cuantos está el puesto? - la pregunta fue hecha con
molestia, ninguno estaba de agrado.
- A la velocidad que vas, unas cinco horas o más .
- Necesito ayuda, nos atacaron unos bandidos - el guardia no
quería dar mucha información - son civiles no merecen daño, son mercaderes y
sanadores.
- ¿Qué tan lejos están? - esto puede ser mi nueva forma de
vida, mejor que un mercenario al menos, pensó Rolf - ¿Puedes hacer algo?
Al poco rato pudieron divisar un humo que se perdía en el
cielo, no había duda de que el grupo que atacó a los protegidos por la guardia
estaban celebrando confiados en que nada pasaría, para Rolf era la gran
ventaja, la gran mayoría de los bandidos
eran fanfarrones y no perdían oportunidad de saciar su sed con vino u otros
licores más fuertes, la disciplina no era parte de sus vidas. Le hizo una señal
al guardia, este no era muy hablador, su mirada torva mostraba orgullo, no del
tipo de cuna sino del que lucha por lo que ha conseguido, mas no lograba
ocultar tan bien sus nervios, era joven y dijo llamarse Franco. El joven ex
escudero esperaba que fueran suficientes, aunque no era la primera vez que
tuviera que enfrentarse en diferencia numérica, esta vez la noche era un aliado
más.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario