sábado, 3 de septiembre de 2016

Capítulo I: Luz de esperanza

- Llevad esos flacuchos traseros a la arena - Era la voz del tuerto Don, uno de los pocos guardias que a Rolf no le caía bien; siempre trataba de pasar un buen rato a costa de los más débiles.

Rolf, esa noche a diferencia de otras, había velado sus armas como si recibiera los votos de la caballería, era la única forma que tenía de sentirse tranquilo para el desafío que lo esperaba esa mañana. Ya no compartía los sueños e ilusiones de los caballeros, que era la forma de explicarle a Esaú o en una de las cartas escritas a Ayla el proceso por el que había pasado. Para el ex-escudero, como  Rolf se llamaba a sí mismo, había una lucha mayor que seguir a diosas o divinidades ficticias, había un montón de señores feudales corruptos e incluso criaturas que aunque eran de carne y hueso la mayoría de la gente pensaba que no existían escapaban de los mitos y leyendas para aterrorizar a los aldeanos y campesinos.

- Si tenéis armas propias id directo, ineptos hijos de mercader. Si no, además de ser unas viles ratas, deberéis ir a buscar a la armería - siempre Don buscaba cómo ser más agradable, pensó Rolf.

Esa mañana que aún no comenzaba. El candidato a la guardia llevaría las armas que eligió para velar; las que le obsequió Ser Varus, su maestro en las artes de la caballería, por el respeto y gran aprecio por el anciano y aún vital caballero errante, Rolf consideraba una falta hacía él y hacía los otros caballeros que había conocido el seguir un camino en el que no creía, el salirse es lo menos que podía hacer por ellos. Esa mañana el joven realizaría la prueba para oficial de guardia de Ser Reginald, quien, aunque amigo y compañero de armas de su mentor, pensaba más en el plano terreno que en el espiritual. Ya lo llamaban Sir y no Ser, aunque era una sola letra era una diferencia entre los tipos de caballeros y Sir eran los que dejaron de recorrer los caminos.

- Miren, viene el escudero anciano - otra de las joyas de la ciudad, Arjen, era hijo de uno de los oficiales del rey, el padre de este había ganado su título en la guerra contra el reino de Souden, pero  no dejaba de ser un fanfarrón, sus muchas hazañas no dejaban de ser palabras que jamás podrían ser comprobadas.

Los primeros rayos del sol todavía no tocaban la tierra, el amanecer estaba cercano y Rolf ya no era el único que esperaba en los terrenos de práctica de armas de la "guardia alada", como le decían al ser los hombres de Ser Reginald "el albatros". Las historias de sus andanzas junto a sus compañeros de armas para validar a las diosas y salvar a los aldeanos del reino en contra del Imperio oscuro ya se habían convertido en un clásico de los teatros tanto callejeros como en los castillos y palacios, aunque cargados con todas las hermosas palabras que alejan a la guerra  y a la muerte de su horrible realidad. Ya habían pasado muchos años desde esa época, todo eso fue antes de la guardia alada, gran idea que permitía el orden cuando los caballeros no eran suficientes. El cambio es lo único constante, como decía Ser Varus, y la muerte hacia donde todos vamos, pensaba en estas cosas para quitarle importancia a las burlas que le obsequiaron.

- Parece que le dieron el día libre a la mascota - ese maldito de Arjen no paraba de reír y de llenar su boca de estupideces

- Y parece que alguien está buscando que le quiebren otra vez un dedo - se burló Príncipe, de Arjen en su defensa. Príncipe era uno de los pocos guardias jóvenes que había aprendido modestia antes de las cicatrices y marcas en el cuerpo.

Habían ido llegando más postulantes, algunos arreglaban sus armas lo mejor que podían; no faltaban los que habían tomado escudos muy pequeños o armas con las que no eran tan eficientes, la suerte algunos se la crean, otros siempre la harán cargo de sus malas decisiones, que pasaría si no pagara tan bien la milicia, que sería de estos chicos.

- Miren como defienden a la mascota, tiene más de  un dueño y debe tratarlo muy bien - dijo Arjen con obscenos gestos-

- Deberías preocuparte más de tu propio trasero, que tus guardias dicen que te ganaste unos reales con él - Rolf ya se había aburrido, lo intentaba, mas jamás sería tan vivaz como Esaú, pero aun sin él Arjen no era de aguantar mofas y sus matones tampoco, eso era otra de las cosas que odiaba de él siempre conseguía imbéciles que lo siguiera.

- Ya  basta de tonterías, esta es la cuarta parte de la prueba para ingresar a la guardia. Haroldson, encárgate de los defensores, y tú, Val, encárgate de los atacantes. Después de la primera carga, cambiaremos los grupos, los que no se muevan rápido, mejor vayan a casa y vuelvan el próximo año - Se notaba que el oficial no estaba muy a gusto con la tarea de seleccionar, sobre todo con las presiones de los pequeños nobles y burgueses que mandaban a los hijos en busca de fama y renombre, daba las direcciones muy rápido y no le interesaba si había preguntas - Ah, se me olvidaba: tienen que elegir quien será el escoltado de los defensores y quién será el líder de atacantes.

La mayoría de los postulantes quedaron sorprendidos, no se imaginaban que la prueba cambiaría justo ese año. Los rumores decían que cada detalle era crucial, una demora te podía costar el puesto y podía ser terrible, tanto volver cortar leña por el resto de tu vida como perder los aportes monetarios de papá. Rolf estaba sin cuidado para él era mejor partir atacando, mas defender le daba la ventaja de poder analizar mejor a los demás, como si no fuera poco era uno de los pocos que sabía que Haroldson era Príncipe. No era más que el juego que todos los niños habían realizado desde pequeños, un grupo contra otro, sólo que con más reglas; los nervios eran los que derrotaban a la mayoría.

La luz de los primeros rayos del sol era algo que cada forastero que pasaba por los territorios de Souden relataba y guardaba como un tesoro, no se podría decir si eran las nubes o qué cosa, pero muchos artistas pasaban por el reino en busca de inspiración. Si no fuera por el tiempo que Rolf llevaba en esos territorios hubiera sido uno de los tantos extranjeros que fallaban el examen por el mal del artista.

Entre la niebla se podían diferenciar dos grupos de hombres de muy variada constitución y armamento, espadas cortas y algunas largas, escudos de distinta forma y estado, lo que los unía además de sus deseos de ser parte de la guardia alada era el frío que soportaban sus cuerpos. Pasada la primera carga de los atacantes, el resto fue más sencillo para Rolf, los que quedaban en pie ya estaban aburridos de golpear sin ver resultados, además no tenían un buen líder; Arjen se quedaba atrás y sólo daba órdenes. Pasó algo que el ex-escudero en la defensa sólo tendría lugar en sus sueños, uno de los atacantes corrió contra Arjen y terminaron envueltos en una riña como en los orígenes de la humanidad, puñetazos, agarrones y lo que la desesperación permitiera. A pesar de eso todavía había unos cuantos atacantes que deseaban terminar la prueba, más de los que hubiera deseado, pero con el líder preocupado de no recibir bofetones y menos tener un brazo roto.

- Cuidado con el costado, Loco - loco Muerten era uno de los jóvenes más atolondrados y extraños de los postulantes, pero a pesar de no ser cercanos respetaba a Rolf. Quizás era que al joven extranjero ya no le gustaba tener gente nueva cerca- Se vienen los últimos, a mi señal y terminamos con esta parte.

El tiempo de descanso no fue mucho, los atacantes y Arjen estaban cansados y no esperaron que la estrategia de protección de Rolf y Muerten mejoraría tanto el grupo de los defensores. Estos tampoco estaban como nuevos, mas ya habían entrado en calor. Ambos grupos tomaron cada uno su nuevo lugar y lucharon por su futuro.

   Los defensores contaban con pocas ventajas que le pudieran otorgar la victoria en este juego determinante, uno de estos con la mitad de su escudo evitaba los golpes y aunque no recibia golpes, y cuando podía metía un par de golpes de lanza que no llegaban a destino, la presión de los atacantes era mucha y eso era lo que Rolf esperaba. Era muy grande la diferencia entre quienes alguna vez habían blandido un arma con el filo como única posibilidad de supervivencia frente a quienes fuera del patio de juego sólo lo usaban para cortar un trozo de pan e incluso hasta ese objeto venía derrotado. Lamentablemente dentro del grupo del que una vez fue escudero la proporción entre sobrevivientes y neófitos no era muy diferente al de los defensores. Al cabo de un rato ambos grupos estaban disminuidos por el cansancio, era ahora o nunca. Como si lo hubieran practicado antes, tres de la vanguardia lo rodearon.

- Acabad con él - eran las palabras de uno de los secuaces de Arjen que no tenía nada agradable ni su voz, ni sus gestos. Incluso en su pandilla lo llamaban Verruga - si no es tan fuerte

Las palabras   del esbirro no eran nada para Rolf, pero le trajo recuerdos de los años de lucha, cuando vió la figura alta y oscura detrás del trío defensor, la fría calma de la mirada del joven cambió completamente. Entre varios de los chicos de ambos bandos ayudaron a quitarle al Flaco Hubert entre las piernas semi inconsciente.

- Ya se acabó - el grito detuvo a los jóvenes. Los menos heridos, junto a los guardias a cargo, separaron a los atacantes y defensores - estoy harto de decir lo mismo, pero esto es la última vez.

- Lo siento - se disculpó Rolf tomando sus armas, luego de de botar el aire en una molesta expiración.

- No deberían permitir enfermos en la guardia - reclamó Arjen.

- Nacer con plumas y poner huevos también es una enfermedad- replicó Loco Murten, que Rolf no sabía si lo defendía o se sintió atacado - Tu padre no podrá ocultar tu derrota.

-Tendrán los resultados en la noche. Adiós, perdedores - Rolf nunca querría al tuerto Don, pero no importaba, esta noche le darían la noticia que le daría un cambio a su vida.

Ya había atardecido cuando Rolf se acercó a cenar en las cocinas del castillo, prefería hacerlo con los guardias jóvenes, pero estos estaban acantonados para no mostrar preferencias. Ya estaba sentado cuando uno de los chicos que ayudaba a los trabajadores de la cocina le dió un mensaje, Haroldson lo esperaba cerca de los dormitorios. El escudero devoró su comida, sabía que príncipe podía tener noticias de su postulación, lleno de energías y ansiedad partió corriendo a ver al guardia.

Ya aparecían las primeras estrellas cuando vió al joven oficial fumando de su pipa, esta era motivo de risa entre los más veteranos, mientras más intentaba parecer mayor, más cómico se ponía. La ansiedad de Rolf se veía a pesar de sus intentos por parecer tranquilo, se acercó los últimos metros, pero ya al estar pocos pasos observó que la expresión de príncipe no era de ceremonia, sino de incomodidad.
- Mira, Rolf, tienes que entender que muchos sucesos en nuestra vida no son señales determinantes de nuestro camino, son sólo pequeños, mmh, designios de que hay otros caminos...muchacho.

- ¿No pasé la prueba? - Rolf estaba sorprendido, sabía que había hecho todo bien esta vez, no sería igual que con la prueba a escudero - ¿Cómo?

- No sé - Haroldson rompió su postura, la simpatía por el joven explotaba en ese instante- realmente no lo sé, vi tus pruebas y no lo entiendo, me  molesta, hay algo raro aquí, ni siquiera aceptaron el número habitual y el chico con más puntos no era mejor, lo siento.

- Ehm, sí, nos vemos - Rolf bajó la cabeza y corrió a su habitación, había mucho que hacer.

El joven ex-escudero ya había dejado atrás la muralla que separaba los límites de la ciudad y muy atrás los sueños de ser oficial de guardia. Le dejó una nota rápida a Ser Varus, donde le daba gracias por todo; no dejaba de estar triste de abandonar a su maestro y sobre todo a Esaú, pero sería mejor para ellos mantenerse juntos.

 Rolf estaba harto del reino, el lugar parecía un paraíso cuando llegó a él, años atrás, pero a medida que fue pasando el tiempo perdió el deslumbramiento y empezó a ver las cosas desde otro punto de vista. Los guardias no eran los hombres que contaban las historias, claro eran mucho mejores que los asesinos y bravucones de la región de Sombrese, pero aún así, había mucha pobreza y muchos imbéciles que no merecían la comida que roían rodeaban a Ser Reginald. Este mismo ya no mantenía votos, tenía una esposa, pero tan sólo una actriz para tapar las habladurías del reino, se había vuelto rabioso y adicto a los juegos, y ni siquiera a la justa, ni a las otras etapas de los torneos, solo a los encuentros sangrientos donde enviaban a los ladrones y otro tipo de delincuentes. No era lo que él esperaba.  A eso se le sumaban las pesadillas por la muerte de Arnout, recordar por las noches cómo no pudo ayudar al amigo asesinado era una herida constante. Aunque intentó tener una relación con Ayla, la sombra del amigo y hermano, los diferentes caminos y la distancia llevó todo al fin. ¿Qué le había dado El valle de la Roca más que sinsabores?

Siguió Rolf por el camino principal que pronto se separaría, el cartel mostraba que estaba el paso para los valles del sur y el gran camino al imperio de los Ríos. No tenía ningún plan muy claro, solo quería dejar la región. El gran imperio de los ríos no era muy civilizado según los textos del Círculo que en su infancia había leído y constantemente tenía problemas con otros reinos. Los valles del Sur eran considerados como uno de los más ricos del reino, en cuanto a comida, y mucho más cálido que la región de Sombrese o del valle de roca, era la única región que no poseía señor, eran varias familias las que la dirigían.

Con su destino un poco más despejado el joven avanzó por la ruta a la capital de la región. Su fiel Noche era lo único que le quedaba de su pasado, regresar a su hogar era imposible, el viaje en barco era permitido sólo a altos dignatarios en este reino; qué diferencia con su ciudad de origen donde cualquiera podía hacerlo.
Divagaba Rolf sobre sus padres y hermanos, cuando un sonido lo sacó de ese melancólico trance, era un caballo que salió de un camino semi oculto por la vegetación y casi lo pasa encima. El caballo frenó en seco y el tipo casi salió volando, en vez de eso empuñó su espada.

- ¡¡Aléjate, bandido!! - era un grito apagado.

- No soy bandido - respondió ronco y apagado Rolf.

- ¿Dónde están  los guardias del Valle? - preguntó el tipo a caballo, que además tenía la insignia de Sombrese.

- Si sigues por ahí, encontrarás un puesto de guardias del Valle - no le tenía ningún aprecio a la guardia de Sombrese, los perros como los llamaba.

- ¿A cuantos está el puesto? - la pregunta fue hecha con molestia, ninguno estaba de agrado.

- A la velocidad que vas, unas cinco horas o más .

- Necesito ayuda, nos atacaron unos bandidos - el guardia no quería dar mucha información - son civiles no merecen daño, son mercaderes y sanadores.

- ¿Qué tan lejos están? - esto puede ser mi nueva forma de vida, mejor que un mercenario al menos, pensó Rolf - ¿Puedes hacer algo?

Al poco rato pudieron divisar un humo que se perdía en el cielo, no había duda de que el grupo que atacó a los protegidos por la guardia estaban celebrando confiados en que nada pasaría, para Rolf era la gran ventaja, la  gran mayoría de los bandidos eran fanfarrones y no perdían oportunidad de saciar su sed con vino u otros licores más fuertes, la disciplina no era parte de sus vidas. Le hizo una señal al guardia, este no era muy hablador, su mirada torva mostraba orgullo, no del tipo de cuna sino del que lucha por lo que ha conseguido, mas no lograba ocultar tan bien sus nervios, era joven y dijo llamarse Franco. El joven ex escudero esperaba que fueran suficientes, aunque no era la primera vez que tuviera que enfrentarse en diferencia numérica, esta vez la noche era un aliado más.


Continuará...

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