viernes, 4 de febrero de 2022

Capítulo II: Bosques de sombras

 - Ahí se ven unas volutas de humo- indicó Rolf -  no parecen muy preocupados por pasar desapercibidos.

- Son unas bestias, pagarán por su osadía - respondió con rabia Franco.


- Bueno, pero esas bestias fueron muy eficientes contra ustedes, Roger estará encantado- le replicó Rolf sin ocultar el desprecio que tenía por los guardias de Sombrese.


- ¿Tanto odias a la guardia de Sombrese? - preguntó el joven oficial de guardia - Los que nos atacaron sólo buscan el caos en la región.


- Debes ser noble, solo los que tienen el estómago lleno no ven lo que ocurre con su gente  - la respuesta de Rolf fue rápida y sincera


- Hablas como si supieras mucho - el joven guardia se negaba a aceptar que la situación de Sombrese no era buena.


- Pareces ciego, pero es tu trabajo hacerte el ciego ¿no?, si vamos a contraatacar podría decirme cuántos eran los atacantes - No valía la pena discutir con un soldado obtuso - hay mucho humo para una sola fogata.


Rolf y Franco se habían  internado por el borde del claro, les fue difícil llegar por lo tupido que era el bosque oscuro y retorcido, antiguo como el reino dirían los escribas del emperador. Dejaron a los caballos amarrados y se siguieron adentrando entre los grandes árboles que escondían el campamento de los hombres que habían atacado la comitiva. Luego de haber movido las ramas de los arbustos pudieron ver las peores señales que hubieran podido desear, gran parte de las tiendas estaban quemadas, armas rotas, manchas de sangre por todas partes, Rolf estaba sorprendido por el tamaño del campamento, no parecía que fuera para un grupo pequeño; casi parecía una base para prácticas militares.


- ¿Quién se nos pudo adelantar ? - preguntó Franco en voz alta.


- Al parecer había más de un grupo de mercenarios buscando este botín - luego de pasar entre un par de telas, restos de una tienda, Rolf se enfocó en lo que buscaban - ¿Ves algo?


Los dos jóvenes dieron un rodeo a la sangre, la que estaba por donde miraban, volutas de humo que se perdían en el ocaso de un día que había estado nublado y seco. El olor a entrañas era de esperar, aunque no podían divisar ningún cadáver, lo que sí se oía eran los aleteos de aves, no podían ser más que buitres y más de algún cuervo.


- Esto no está bien, parece que los bandidos no quedaron satisfechos con el botín, hay demasiados cadáveres - señaló Franco a Rolf.


- ¿Quién podría ser tan eficaz? - miró el ex escudero la tierra a sus pies y la palpó , unas pisadas apenas tocaban el suelo en algunos tramos, a pesar de esto las marcas estaban muy profundas en otro y su forma no era una bota cualquiera, y si quien la produjo estaba con armadura, debía ser de cuero y quien las llevaba muy ligero por el movimiento, pero ¿Por qué las otras marcas? conjeturaba Rolf.


Franco se movía de un lado a otro, muy inquieto. Rolf lo vió alejarse y empezó a buscar entre los carros más cercanos, pasó por unas tiendas de campaña, el joven vagabundo lo siguió con la mirada en un principio, para finalmente dirigir sus pasos hacia las marcas que iba dejando el guardia sombresino. El ex-escudero tuvo tiempo para mirar el camino que iba atravesando y así pudo identificar un par de escudos al parecer robados a los perros de Roger, aunque unos pocos  cadáveres yacían adornados con una mezcla de uniformes de distintos ejércitos. Rolf dió un rodeo buscando alguna señal de los mercaderes o algún sobreviviente, el viento avivó uno de los pocos fuegos que quedaban, quemando una carreta que al parecer llevaba víveres. Por ese sector se veían las huellas de las ruedas de más carros y muy suavemente un par de las ligeras impresiones idénticas a las huellas anteriormente vistas, pero sin duda las manchas que se veían en los carros y la tierra no eran de agua, esto podría ser más una pesadilla infernal que un ataque cualquiera.


No lejos de estas Rolf encontró un carromato el cual logró forzar, ruidos lejanos de las aves carroñeras y el viento, sus humores se combinaron y como una cuerda tensada antes de disparar, tomó en una mano su espada y con la otra se vió obligado de asir una antorcha. El tiempo había pasado más rápido de lo que creyó el joven errante y ya la noche reinaba en el claro del bosque. Una de las tres lunas estaba oscura, una ya estaba a medio y solo la tercera hija, Varsya, estaba iluminando. Con su antorcha disipó la oscuridad al interior del vehículo de madera, que por decisión o suerte no fue quemado. Mientras el ex-escudero entre los paños y otros artículos voló una olla que el joven esquivó sin mucho problema.


- Hey, esa no es forma de agradecer - saludó el joven a un par de viejos que estaban en el fondo a quien vio antes de una mujer mayor junto a una violenta joven que al parecer fue quien lanzó la olla


- ¿Dónde están los demás, maldito mercenario? - gruñó la zagala que ayudaba a pararse a uno de los viejos - No tenemos nada para darte


- Yo no quiero nada, quedaos aquí mientras busco al resto -sentenció finalmente el mozo errante.


Rolf fue en busca del resto de los mercaderes, caminó por entre el barro que no era sólo mezcla de agua y tierra, era un olor fuerte, ácido, debían ser humores que dejaban el cuerpo, vio que cerca estaba un carro más grande que probablemente servía de cárcel para otro grupo. Quizás ellos sabrían qué había ocurrido. Apuró el paso hacia el transporte cuando algo intentó tomar de su brazo; era un hombre grueso que tenía una indumentaria que le hacía recordar una mezcla de mercenario y uno de sus amigos del grupo liberador del claro. Estaba aterrado, su rostro lleno de espinillas era el de un muchacho no mayor a los quince ciclos, sus ojos desorbitados miraban alrededor, mientras con una mano le indicaba que se mantuviera en silencio.


- ¿Qué pasó aquí? - le preguntó en susurro Rolf


- Están todos muertos - dijo muy bajo mientras empezaba a lagrimear - él se escapó por culpa de los peludos y los mató a todos.


- ¿Quién es él? - el joven errante necesitaba saber más información por si tenía que enfrentarse al asesino.


- No lo sé, nunca había visto algo así, es horrible, vive y no vive, solo hace caso a uno de los viejos.


- Encontremos al viejo, entonces.


- Noooo, no podemos -  el joven de repente se puso agresivo y emitió un chillido mientras trataba de atacar a Rolf con un pequeño cuchillo.


El joven errante casi soltó la antorcha al chocar su brazo con el del extraño muchacho. Rolf no quería matar al chico, pero debía defenderse, el chico intentó dar un par de golpes más, pero al ver la imposibilidad de dañar a Rolf, salió corriendo. El extrañado ex-escudero sabía que faltaban demasiadas piezas para poder explicar la totalidad del asunto. Rolf se quedó mirando un momento la carrera del muchacho que se comenzaba a perder entre las sombras, desde un costado un destello gris y un viento levantó al joven, quien se sacudió como un pez fuera del agua.


El ex-escudero corrió hacia el lugar intentando ver qué ocurría, a los primeros pasos vió un ente enorme, Rolf abrió sus ojos de par en par; era como una pesadilla que se volvía a repetir, la criatura era casi idéntica a la que había matado a su amigo, pero aun más terrible, en varios lugares poseía parte al parecer de armadura y el brazo que mantenía  en el aire al pobre zagal aterrado en el aire, era una sólida punta de metal casi del largo de una alabarda. El joven errante perdió su adquirida tranquilidad, corrió como nunca, pero aun así no alcanzó a cubrir la mitad de la distancia, apuró el paso sin importar que había en el camino. El ex-escudero pudo ver mejor de más cerca, al ente inalterado, esto que sería considerado humano porque así eran sus miembros, poseía partes de distintos cuerpos, la mayor parte del torso era oscuro con la piel y carne así como la de los monstruos que volvían a atacarlo en sus pesadillas con los subterraneos de nievegrís.


- ¡¡¡¡Muere, criatura del abismoo!!!! - Rolf tiró un corte con su espada mientras gritaba como enajenado, intentando alejar al ser que se movía tan ágil que una pantera sombra.


El entidad salida de sus pesadillas hizo un sonido que parecía el castañear de los dientes de un humano, el ex-escudero dio un corte diagonal que pasó soltando chispas ¿Eso era un cascó astado con tornillos? Aunque Rolf intentaba golpear a la criatura esta no intentaba acabar con él como lo hizo con el otro joven. En un momento se acercó mucho y pareció olerlo, aunque no se veía nariz alguna. A cada corte o estocada, pasaba con rapidez y  contorsiones inhumanas, parecía que jugaba con él, en uno de esos retorcidos movimientos llegó corriendo Franco blandiendo una larga lanza.


- ¡A él, Sombrese! - era el grito del ejército, al parecer el uniforme de la guardia era un disfraz. Aunque veía difícil la empresa, Rolf también intentó de acometer contra el extraño ser, este lo ignoró casi por completo y fijó su atención en  Franco, lanzó un chillido horrible y girando su torso totalmente, desarticulando la espalda, mientras deslizaba la lanza con su asta de metal le arrebató la vida al enloquecido muchacho. Estaba ya lejos del alcance de Rolf y ya dispuesto a dar uno de sus terribles ataques cuando una bola incandescente cayó a los pies de la criatura.


Después del estallido de luz y sonido, una cortina de humo le impedía ver al joven errante más allá de un par de lanzas. Acercándose en guardia, vio un enorme bulto en el suelo, al parecer lo que no podían hacer los aceros y fuerte brazos lo lograba hacer la inteligencia, la criatura yacía en el suelo. Franco que estaba a unos tres cuerpos se veía como una sombra que caminaba atontada, cuando ya estaban más cerca el joven guardia había recuperado compostura y se disponía a terminar con el ente.


- Aberración del Círculo, llegó tu hora - las palabras del joven dejaron sorprendido a Rolf.


- ¿Qué dices? - preguntó sin poder aceptar lo que oía.


- Calla y ayúdame - decía Franco bajando la lanza contra la criatura, cuando esta saliendo de su estupor, enterró su brazo-jabalina en la clavícula del guardia y de un salto se levantó y se lo llevó de nuevo con su castañeo.


- ¡¡¡Rolf, que destruyan al círculo de plata!!! - gritó Franco - Dile a la tríada que vienen.


El joven vagabundo intentó seguir a la criatura, pero luego de que se disipó el humo, estaba la noche más oscura aún, las nubes cubrían la poca luz que irradiaba la hija de Varsya. De la nada sintió pasos más ligeros a su espalda y se dio vuelta cubriendo un flanco con la espada y el otro con la antorcha que se apagaba; era la chica que estaba en el carromato.


- ¿Dónde está? - preguntó ella.


- Se lo llevó la criatura - dijo Rolf.


- Preguntaba por la cosa - contestó la chica - al parecer esa cosa, era la mercancía que todos querían, la traía un viejo que se unió al sur de Sombrese, mi nombre es Palu.


Después de ver quién más estaba con vida en los otros carros, hicieron un círculo con ellos y pusieron una fogata en el centro. Al rato llegó un pelotón de exploradores de la banda alada, blancos en contraste con lo que quedaba de la noche; uno de los viejos había enviado un Tiucarcaro (pájaro de mensajes), pero no había rastro de la criatura. Al parecer la mayor parte del grupo eran mercaderes ,algunos con su familia. Palu era la hermana menor de un comerciante de lanas y telas al que le encantaba hablar. El resto estaba choqueado, a excepción de una pareja de personajes muy extraños, tenían muchos bordados más que similares a los de Ser Varus, si hubiera atendido más al mentor en heráldica los podría haber distinguido. Intercambiaron noticias y rumores, luego de averiguar que el imperio  Amarillo seguía igual; los conservadores intentando impedir las ideas del rey Harold y los liberales pagando por su osadía, lo único interesante de escuchar era que un nuevo secretario de Aduanas del emperador, un tal Alexis, provocó un escándalo al descubrir el robo de los impuestos de los comerciantes porteños ¿Sería su hermano?

Los dos ancianos eran gente muy distinta, poseían un aire de tranquilidad. Fueron los que mantenían la calma y tomaron el control de las decisiones del grupo ante la muerte del guía y ataque del extraño grupo llamado Los Lobos .

Rolf pidió ayuda para darle sepultura al chico, enviaron a uno de los más jóvenes, pensó que los cuerpos serían revisados, pero solo cumpliendo cierto modo que al parecer estaba decidido previamente, no veía a nadie tomándose los bienes ajenos, ni peleando por ello.

Cuando ya se decidió que los comerciantes se irían con el pelotón de reconocimiento, Rolf tuvo que hacerse la idea de seguir su camino solo, pero se dió de lleno con otra de esas bifurcaciones en la vida que no las vemos como tal, hasta que los años nos dicen lo contrario. Si bien, sabía perfectamente que tanto la mujer como el hombre podían ser tan mortíferos como independientes, le preguntó a la anciana primero por el parecido que compartía con una de las hermanas de su madre, que aunque distante, siempre lo trató bien.


- Disculpe, ¿usted no va al Valle de la Roca? - Rolf intentó ser lo más cortés posible.


- No, joven, mi viaje con ellos termina aquí, que tengas un buen camino, quizá ese roble añoso necesite más tu compañía.


Rolf ante esa respuesta se acercó al anciano, manteniendo el tono protocolar.

- Qué suerte, señor, yo voy por los mismos rumbos. Podríamos sernos útil ir juntos - siguió en sus intentos.


- ¿De qué le serviría a un joven guerrero ir con un viejo? - dijo el hombre mayor, parecía que no necesitaba tanto la compañía como había dado a entender la mujer 


- Me gustaría saber de la región que desconozco, además hay que darle oído a la experiencia- respondió Rolf como en un catecismo - y usted se parece a un hombre muy sabio que tuve la oportunidad de conocer.


-¿A quién te refieres? - preguntó el venerable hombre entrecerrando los ojos.


- A Ser Varus de Los Ríos - respondió Rolf siendo amable


- ¿Te refieres a Lord Damian Angel de la Tri-Cruz MonÇalves y Ventimiglia? Pero él está desaparecido hace años.


- No sé, no le conocía ese nombre - respondió Rolf, luego lo describió como lo recordaba.


- Si, hablamos de la misma persona - dijo pensativo el viejo -  al parecer tenemos mucho de qué conversar.


Y aunque la sombra de la criatura quedó marcada en la memoria de Rolf, y las palabras de Franco dejaron preguntas a las que sin duda tendría que responder, nuevos caminos deberían ser recorridos antes de emprender la marcha hacia esos otros. El joven errante seguirá con su caballo Noche para dar respuesta a un enigma menor para el mundo, pero que aún no sabe siquiera plantear: ¿Cúal es tu destino, Rolf?


Continuará ?


sábado, 3 de septiembre de 2016

Capítulo I: Luz de esperanza

- Llevad esos flacuchos traseros a la arena - Era la voz del tuerto Don, uno de los pocos guardias que a Rolf no le caía bien; siempre trataba de pasar un buen rato a costa de los más débiles.

Rolf, esa noche a diferencia de otras, había velado sus armas como si recibiera los votos de la caballería, era la única forma que tenía de sentirse tranquilo para el desafío que lo esperaba esa mañana. Ya no compartía los sueños e ilusiones de los caballeros, que era la forma de explicarle a Esaú o en una de las cartas escritas a Ayla el proceso por el que había pasado. Para el ex-escudero, como  Rolf se llamaba a sí mismo, había una lucha mayor que seguir a diosas o divinidades ficticias, había un montón de señores feudales corruptos e incluso criaturas que aunque eran de carne y hueso la mayoría de la gente pensaba que no existían escapaban de los mitos y leyendas para aterrorizar a los aldeanos y campesinos.

- Si tenéis armas propias id directo, ineptos hijos de mercader. Si no, además de ser unas viles ratas, deberéis ir a buscar a la armería - siempre Don buscaba cómo ser más agradable, pensó Rolf.

Esa mañana que aún no comenzaba. El candidato a la guardia llevaría las armas que eligió para velar; las que le obsequió Ser Varus, su maestro en las artes de la caballería, por el respeto y gran aprecio por el anciano y aún vital caballero errante, Rolf consideraba una falta hacía él y hacía los otros caballeros que había conocido el seguir un camino en el que no creía, el salirse es lo menos que podía hacer por ellos. Esa mañana el joven realizaría la prueba para oficial de guardia de Ser Reginald, quien, aunque amigo y compañero de armas de su mentor, pensaba más en el plano terreno que en el espiritual. Ya lo llamaban Sir y no Ser, aunque era una sola letra era una diferencia entre los tipos de caballeros y Sir eran los que dejaron de recorrer los caminos.

- Miren, viene el escudero anciano - otra de las joyas de la ciudad, Arjen, era hijo de uno de los oficiales del rey, el padre de este había ganado su título en la guerra contra el reino de Souden, pero  no dejaba de ser un fanfarrón, sus muchas hazañas no dejaban de ser palabras que jamás podrían ser comprobadas.

Los primeros rayos del sol todavía no tocaban la tierra, el amanecer estaba cercano y Rolf ya no era el único que esperaba en los terrenos de práctica de armas de la "guardia alada", como le decían al ser los hombres de Ser Reginald "el albatros". Las historias de sus andanzas junto a sus compañeros de armas para validar a las diosas y salvar a los aldeanos del reino en contra del Imperio oscuro ya se habían convertido en un clásico de los teatros tanto callejeros como en los castillos y palacios, aunque cargados con todas las hermosas palabras que alejan a la guerra  y a la muerte de su horrible realidad. Ya habían pasado muchos años desde esa época, todo eso fue antes de la guardia alada, gran idea que permitía el orden cuando los caballeros no eran suficientes. El cambio es lo único constante, como decía Ser Varus, y la muerte hacia donde todos vamos, pensaba en estas cosas para quitarle importancia a las burlas que le obsequiaron.

- Parece que le dieron el día libre a la mascota - ese maldito de Arjen no paraba de reír y de llenar su boca de estupideces

- Y parece que alguien está buscando que le quiebren otra vez un dedo - se burló Príncipe, de Arjen en su defensa. Príncipe era uno de los pocos guardias jóvenes que había aprendido modestia antes de las cicatrices y marcas en el cuerpo.

Habían ido llegando más postulantes, algunos arreglaban sus armas lo mejor que podían; no faltaban los que habían tomado escudos muy pequeños o armas con las que no eran tan eficientes, la suerte algunos se la crean, otros siempre la harán cargo de sus malas decisiones, que pasaría si no pagara tan bien la milicia, que sería de estos chicos.

- Miren como defienden a la mascota, tiene más de  un dueño y debe tratarlo muy bien - dijo Arjen con obscenos gestos-

- Deberías preocuparte más de tu propio trasero, que tus guardias dicen que te ganaste unos reales con él - Rolf ya se había aburrido, lo intentaba, mas jamás sería tan vivaz como Esaú, pero aun sin él Arjen no era de aguantar mofas y sus matones tampoco, eso era otra de las cosas que odiaba de él siempre conseguía imbéciles que lo siguiera.

- Ya  basta de tonterías, esta es la cuarta parte de la prueba para ingresar a la guardia. Haroldson, encárgate de los defensores, y tú, Val, encárgate de los atacantes. Después de la primera carga, cambiaremos los grupos, los que no se muevan rápido, mejor vayan a casa y vuelvan el próximo año - Se notaba que el oficial no estaba muy a gusto con la tarea de seleccionar, sobre todo con las presiones de los pequeños nobles y burgueses que mandaban a los hijos en busca de fama y renombre, daba las direcciones muy rápido y no le interesaba si había preguntas - Ah, se me olvidaba: tienen que elegir quien será el escoltado de los defensores y quién será el líder de atacantes.

La mayoría de los postulantes quedaron sorprendidos, no se imaginaban que la prueba cambiaría justo ese año. Los rumores decían que cada detalle era crucial, una demora te podía costar el puesto y podía ser terrible, tanto volver cortar leña por el resto de tu vida como perder los aportes monetarios de papá. Rolf estaba sin cuidado para él era mejor partir atacando, mas defender le daba la ventaja de poder analizar mejor a los demás, como si no fuera poco era uno de los pocos que sabía que Haroldson era Príncipe. No era más que el juego que todos los niños habían realizado desde pequeños, un grupo contra otro, sólo que con más reglas; los nervios eran los que derrotaban a la mayoría.

La luz de los primeros rayos del sol era algo que cada forastero que pasaba por los territorios de Souden relataba y guardaba como un tesoro, no se podría decir si eran las nubes o qué cosa, pero muchos artistas pasaban por el reino en busca de inspiración. Si no fuera por el tiempo que Rolf llevaba en esos territorios hubiera sido uno de los tantos extranjeros que fallaban el examen por el mal del artista.

Entre la niebla se podían diferenciar dos grupos de hombres de muy variada constitución y armamento, espadas cortas y algunas largas, escudos de distinta forma y estado, lo que los unía además de sus deseos de ser parte de la guardia alada era el frío que soportaban sus cuerpos. Pasada la primera carga de los atacantes, el resto fue más sencillo para Rolf, los que quedaban en pie ya estaban aburridos de golpear sin ver resultados, además no tenían un buen líder; Arjen se quedaba atrás y sólo daba órdenes. Pasó algo que el ex-escudero en la defensa sólo tendría lugar en sus sueños, uno de los atacantes corrió contra Arjen y terminaron envueltos en una riña como en los orígenes de la humanidad, puñetazos, agarrones y lo que la desesperación permitiera. A pesar de eso todavía había unos cuantos atacantes que deseaban terminar la prueba, más de los que hubiera deseado, pero con el líder preocupado de no recibir bofetones y menos tener un brazo roto.

- Cuidado con el costado, Loco - loco Muerten era uno de los jóvenes más atolondrados y extraños de los postulantes, pero a pesar de no ser cercanos respetaba a Rolf. Quizás era que al joven extranjero ya no le gustaba tener gente nueva cerca- Se vienen los últimos, a mi señal y terminamos con esta parte.

El tiempo de descanso no fue mucho, los atacantes y Arjen estaban cansados y no esperaron que la estrategia de protección de Rolf y Muerten mejoraría tanto el grupo de los defensores. Estos tampoco estaban como nuevos, mas ya habían entrado en calor. Ambos grupos tomaron cada uno su nuevo lugar y lucharon por su futuro.

   Los defensores contaban con pocas ventajas que le pudieran otorgar la victoria en este juego determinante, uno de estos con la mitad de su escudo evitaba los golpes y aunque no recibia golpes, y cuando podía metía un par de golpes de lanza que no llegaban a destino, la presión de los atacantes era mucha y eso era lo que Rolf esperaba. Era muy grande la diferencia entre quienes alguna vez habían blandido un arma con el filo como única posibilidad de supervivencia frente a quienes fuera del patio de juego sólo lo usaban para cortar un trozo de pan e incluso hasta ese objeto venía derrotado. Lamentablemente dentro del grupo del que una vez fue escudero la proporción entre sobrevivientes y neófitos no era muy diferente al de los defensores. Al cabo de un rato ambos grupos estaban disminuidos por el cansancio, era ahora o nunca. Como si lo hubieran practicado antes, tres de la vanguardia lo rodearon.

- Acabad con él - eran las palabras de uno de los secuaces de Arjen que no tenía nada agradable ni su voz, ni sus gestos. Incluso en su pandilla lo llamaban Verruga - si no es tan fuerte

Las palabras   del esbirro no eran nada para Rolf, pero le trajo recuerdos de los años de lucha, cuando vió la figura alta y oscura detrás del trío defensor, la fría calma de la mirada del joven cambió completamente. Entre varios de los chicos de ambos bandos ayudaron a quitarle al Flaco Hubert entre las piernas semi inconsciente.

- Ya se acabó - el grito detuvo a los jóvenes. Los menos heridos, junto a los guardias a cargo, separaron a los atacantes y defensores - estoy harto de decir lo mismo, pero esto es la última vez.

- Lo siento - se disculpó Rolf tomando sus armas, luego de de botar el aire en una molesta expiración.

- No deberían permitir enfermos en la guardia - reclamó Arjen.

- Nacer con plumas y poner huevos también es una enfermedad- replicó Loco Murten, que Rolf no sabía si lo defendía o se sintió atacado - Tu padre no podrá ocultar tu derrota.

-Tendrán los resultados en la noche. Adiós, perdedores - Rolf nunca querría al tuerto Don, pero no importaba, esta noche le darían la noticia que le daría un cambio a su vida.

Ya había atardecido cuando Rolf se acercó a cenar en las cocinas del castillo, prefería hacerlo con los guardias jóvenes, pero estos estaban acantonados para no mostrar preferencias. Ya estaba sentado cuando uno de los chicos que ayudaba a los trabajadores de la cocina le dió un mensaje, Haroldson lo esperaba cerca de los dormitorios. El escudero devoró su comida, sabía que príncipe podía tener noticias de su postulación, lleno de energías y ansiedad partió corriendo a ver al guardia.

Ya aparecían las primeras estrellas cuando vió al joven oficial fumando de su pipa, esta era motivo de risa entre los más veteranos, mientras más intentaba parecer mayor, más cómico se ponía. La ansiedad de Rolf se veía a pesar de sus intentos por parecer tranquilo, se acercó los últimos metros, pero ya al estar pocos pasos observó que la expresión de príncipe no era de ceremonia, sino de incomodidad.
- Mira, Rolf, tienes que entender que muchos sucesos en nuestra vida no son señales determinantes de nuestro camino, son sólo pequeños, mmh, designios de que hay otros caminos...muchacho.

- ¿No pasé la prueba? - Rolf estaba sorprendido, sabía que había hecho todo bien esta vez, no sería igual que con la prueba a escudero - ¿Cómo?

- No sé - Haroldson rompió su postura, la simpatía por el joven explotaba en ese instante- realmente no lo sé, vi tus pruebas y no lo entiendo, me  molesta, hay algo raro aquí, ni siquiera aceptaron el número habitual y el chico con más puntos no era mejor, lo siento.

- Ehm, sí, nos vemos - Rolf bajó la cabeza y corrió a su habitación, había mucho que hacer.

El joven ex-escudero ya había dejado atrás la muralla que separaba los límites de la ciudad y muy atrás los sueños de ser oficial de guardia. Le dejó una nota rápida a Ser Varus, donde le daba gracias por todo; no dejaba de estar triste de abandonar a su maestro y sobre todo a Esaú, pero sería mejor para ellos mantenerse juntos.

 Rolf estaba harto del reino, el lugar parecía un paraíso cuando llegó a él, años atrás, pero a medida que fue pasando el tiempo perdió el deslumbramiento y empezó a ver las cosas desde otro punto de vista. Los guardias no eran los hombres que contaban las historias, claro eran mucho mejores que los asesinos y bravucones de la región de Sombrese, pero aún así, había mucha pobreza y muchos imbéciles que no merecían la comida que roían rodeaban a Ser Reginald. Este mismo ya no mantenía votos, tenía una esposa, pero tan sólo una actriz para tapar las habladurías del reino, se había vuelto rabioso y adicto a los juegos, y ni siquiera a la justa, ni a las otras etapas de los torneos, solo a los encuentros sangrientos donde enviaban a los ladrones y otro tipo de delincuentes. No era lo que él esperaba.  A eso se le sumaban las pesadillas por la muerte de Arnout, recordar por las noches cómo no pudo ayudar al amigo asesinado era una herida constante. Aunque intentó tener una relación con Ayla, la sombra del amigo y hermano, los diferentes caminos y la distancia llevó todo al fin. ¿Qué le había dado El valle de la Roca más que sinsabores?

Siguió Rolf por el camino principal que pronto se separaría, el cartel mostraba que estaba el paso para los valles del sur y el gran camino al imperio de los Ríos. No tenía ningún plan muy claro, solo quería dejar la región. El gran imperio de los ríos no era muy civilizado según los textos del Círculo que en su infancia había leído y constantemente tenía problemas con otros reinos. Los valles del Sur eran considerados como uno de los más ricos del reino, en cuanto a comida, y mucho más cálido que la región de Sombrese o del valle de roca, era la única región que no poseía señor, eran varias familias las que la dirigían.

Con su destino un poco más despejado el joven avanzó por la ruta a la capital de la región. Su fiel Noche era lo único que le quedaba de su pasado, regresar a su hogar era imposible, el viaje en barco era permitido sólo a altos dignatarios en este reino; qué diferencia con su ciudad de origen donde cualquiera podía hacerlo.
Divagaba Rolf sobre sus padres y hermanos, cuando un sonido lo sacó de ese melancólico trance, era un caballo que salió de un camino semi oculto por la vegetación y casi lo pasa encima. El caballo frenó en seco y el tipo casi salió volando, en vez de eso empuñó su espada.

- ¡¡Aléjate, bandido!! - era un grito apagado.

- No soy bandido - respondió ronco y apagado Rolf.

- ¿Dónde están  los guardias del Valle? - preguntó el tipo a caballo, que además tenía la insignia de Sombrese.

- Si sigues por ahí, encontrarás un puesto de guardias del Valle - no le tenía ningún aprecio a la guardia de Sombrese, los perros como los llamaba.

- ¿A cuantos está el puesto? - la pregunta fue hecha con molestia, ninguno estaba de agrado.

- A la velocidad que vas, unas cinco horas o más .

- Necesito ayuda, nos atacaron unos bandidos - el guardia no quería dar mucha información - son civiles no merecen daño, son mercaderes y sanadores.

- ¿Qué tan lejos están? - esto puede ser mi nueva forma de vida, mejor que un mercenario al menos, pensó Rolf - ¿Puedes hacer algo?

Al poco rato pudieron divisar un humo que se perdía en el cielo, no había duda de que el grupo que atacó a los protegidos por la guardia estaban celebrando confiados en que nada pasaría, para Rolf era la gran ventaja, la  gran mayoría de los bandidos eran fanfarrones y no perdían oportunidad de saciar su sed con vino u otros licores más fuertes, la disciplina no era parte de sus vidas. Le hizo una señal al guardia, este no era muy hablador, su mirada torva mostraba orgullo, no del tipo de cuna sino del que lucha por lo que ha conseguido, mas no lograba ocultar tan bien sus nervios, era joven y dijo llamarse Franco. El joven ex escudero esperaba que fueran suficientes, aunque no era la primera vez que tuviera que enfrentarse en diferencia numérica, esta vez la noche era un aliado más.


Continuará...

domingo, 6 de julio de 2014

Capítulo IX: Terrores nocturnos

- ¿Por dónde está la entrada a la caverna?- preguntó en voz baja Rolf al fanático que tomaron de rehén, mientras apretaba la daga contra las costillas.

- En el pasadizo, antes de entrar a la mina verde - respondió el hombre - Pobres de ustedes; podrán entrar, pero serán servidos a los hijos oscuros, como las putas seguidoras.

Arnout, con los ojos cargados de rabia, fue más rápido que Rolf y le hizo un corte al tipo, era la hermana del rubio a la que insultaba. La sangre fluyó por la piel del sectario, aunque de manera superficial. Al escudero le pesaba dejar amarrado entre los pasadizos y a su suerte al fanático. Fue drástico, por los pasadizos eran un mundo aparte y complejo aún para los propios habitantes, pero no tenían tiempo que perder. Los dos jóvenes recorrieron los últimos trancos antes de tener que usar las ropas que habían robado en los niveles superiores de las cavernas.

- ¿Por qué la mina verde?- Preguntó Rolf a su amigo, que no se veía para nada contento.

- Esto es malo, la mina verde fue cerrada, a pesar de estar llena de cristal verde que es uno de los mejores para hacer explosiones y otros inventos de los alquimistas. Esos de la esfera o algo redondo. Se morían mucho mineros, siempre por motivos extraños. Decían incluso que había criaturas oscuras que vivían ahí.

- Los alquimistas son del círculo. ¿Y tú?, ¿qué crees? - le preguntó el escudero.

- No sé tanto, pero es extraño que el culto tenga su templo tan cerca de la mina verde, quizás sea porque nadie se aparece cerca de acá. De todas maneras ellos son raros, dejan a su familia y todo atrás, no los entiendo y me enferman. Cuando los fanáticos empezaron a sacrificar gente, se volvieron enemigos de todos; antes eran sólo unos chiflados que se tomaban a las diosas como las culpables de sus pesares. - Las palabras de Arnout mostraban el desprecio que tenía por el culto, pero a Rolf aún le parecía extraña la ubicación del lugar sagrado de la secta.

El caos de los pisos más arriba fue lo que salvó el plan de Arnout, los cultistas y simpatizantes no tuvieron que pensar dos veces al decidir entre dejar de perseguir a dos muchachuelos y luchar contra los guardias y los fieles a las diosas de la tríada. Para Rolf no era simple suerte, de hecho estaba orgulloso de la carta bajo la manga que usó, sabía que el rescate y búsqueda de Berna por parte de Ser Varus y la guardia de Ser Reginald habían resultado el factor crucial, ahora sólo importaba ver como conseguirían llevarse a los prisioneros de esas cavernas.

- Recuerda, Rolf, si ves humo verde debes alejarte y no respirarlo, vuelve loca a la gente.

- No es locura, sus sentidos son cambiados, es como si soñaran despiertos.

- Magia de las más oscuras, esos fanáticos han vendido sus almas a los seres del abismo.

- No es magia, son esos vapores que inhalan y... - Rolf suspiró y se dio cuenta de que era difícil explicarle a otras personas lo que había leído en los textos del Círculo.

- Que las diosas nos guíen contra estos esbirros del vacío - Arnout se marcó los tres puntas del triángulo de las diosas y bajó su cabeza con ceremonía como un sacerdote de la tríada más que un guerrero.

- Los diosas están ocupadas de otras cosas, nosotros debemos hacernos cargo de nuestras vidas- le dijo Rolf tratando de no ofender a su nuevo amigo - aunque con el bacúlo-triángulo será difícil salvar a tu hermana - bromeó para calmar los ansiosos ánimos.
 
Luego de darle un puñetazo amistoso, Arnout siguió encabezando la búsqueda por los intrincados  pasajes de que se extendían en la periferia del cuarto nivel subterráneo y cerca de las minas, como indicaban con dibujos las señales de peligro y cuidado. Se notaba lo abandonadas que estaban esas rutas por la multitud de telarañas y grupos de murciélagos.

- ¿Estás seguro de que  es por aquí? -Preguntó Rolf cuando la luz de la antorcha reveló un trozo de riel, de esos que guiaba los carros que en otros tiempos trasportaron los distintos minerales que eran extraídos, símbolo de que podían haberse extraviado.

Arnout lo miró con un gesto de impaciencia. Ambos jóvenes eran soberbios y creían que lo sabían todo, algo típico además en su edad. Rolf había aprendido mucho de humildad con el anciano caballero, pero frente a alguien de su edad quería mostrar su valía sobretodo ante el joven nativo,  el escudero  aún en calidad de amigo sentía el desprecio que le mostró Arnout en principio por ser extranjero, y notaba claramente que el rubio estaba tan poco dispuesto como él a dejarse dirigir por alguien de su misma edad. Finalmente siguieron por otro camino que tomaba una bifurcación que no rodeaba los restos de los rieles.

- Hay que tener cuidado, hay alimañas muy peligrosas aquí abajo - le advirtió al escudero el habitante de los subterráneos.

- Una arañita no es una peligro - al darse vuelta Rolf vio una red gruesa como cuerda de barco.

Tuvieron que volver a correr, por culpa de los restos de cristal verde que explotó en ese momento. Lograron salir sólo con un par de rasguños de una araña enorme que cayó a las espaldas de los jóvenes después de que habían creído ver a un fanático que deambulaba por uno de los pasadizos cercanos. Luego de la pequeña explosión vieron que el supuesto fanático era sólo restos del esqueleto que voló desde una de las telarañas, pero por ningún motivo los dejaba más tranquilos, pero tenían que seguir por las excavaciones hasta encontrar los terrenos de la secta, el esqueleto presentaba restos de una túnica y ninguna herramienta cerca, ya estaban más cerca de los sectarios.


Cuando ya empezaban a desesperar al no poder dar con señal alguna del culto escucharon  como en un pasillo cercano se repetían frases extrañas, muchos pasos con un ritmo y cada cierto tiempo el sonido de un cuerno. Los muchachos respiraron hondo y se incorporaron muy disimuladamente entre los últimos fanáticos  que iban en una especie de celebración. Intentaron ver a los rehenes, pero era difícil entre los cultistas y  sus raros movimientos corporales.

Luego de recorrer varios pasajes llegaron a una enorme caverna abovedada que estaba rodeada con cristales y vapores de distintos colores, pero predominaban los brillos verdes. En medio de la caverna de piedra y cristal se emplazaba una plataforma con un orificio en medio que parecía  un  enorme pozo de agua, la pregunta era ¿Que podrían extraer desde las entrañas de esa parte de la montaña?. Los sectarios más corpulentos se mantuvieron cerca de las seguidoras de la tríada, en cambio al otro enfermo que había estado en las piezas aisladas se le reverenciaba como a un dios, sentado entre cojines cercano a una de las paredes de roca, había un par de personas difícil de determinar su sexo por las túnicas, pero trataban con mucho cuidado el convulso cuerpo del chico. Rolf en las lecturas sobre religiones exóticas y lejanas que había en la biblioteca de su padre había visto una muy extraña, que adoraba a criaturas antiguas que ya eran parte de las leyendas, como los Gigantes Yaxian o seres de fuego o de los mares profundos, en ellas preparaban a personas con cegueras, malformaciones y otras enfermedades como las encarnaciones de sus dioses.

La ceremonia, al parecer, estaba por comenzar y los dos muchachos se pudieron mezclar sin mucha dificultad gracias a sus altura con los fanáticos cercanos a Ayla y Colombe. Serían parte de algo que personas fuera de la secta no habían visto nunca antes. Un hombre con una túnica diferente a las de los demás fanáticos, dorada en los bordes y negra en el resto ,  apareció por un abertura en el costado opuesto a la entrada por la que habían llegado a la cueva, y estaba más alto que el resto en un palco rocoso. Era el líder o, al menos, el sumo sacerdote de la extraña religión.

- ¡¡¡Hakkar al salum!!! – rugió el líder y las palabras se amplificaron al chocar con las paredes.

-¡¡¡Salum er ober!!! - repitieron todos. Rolf y Arnout siguieron las voces del grupo; desde el borde en que estaban podían ver una multitud y comprobar que, aunque eran bastantes, había espacio para muchos más.

- Nosotros somos los seguidores del verdadero camino. Aquí tenemos a parte de las anatemas que intentaron impedir el flujo de nuestros señores del triángulo dorado.- Las palabras del hombre encapuchado eran definitivas – Además, gracias a nuestros hermanos que se mezclan con los traidores, salvamos a una de las encarnaciones de los antiguos.

Entonaron salmodías y cánticos, algunos con mucha fuerza, otros de manera solemne; a diferencia de los fieles, a Arnout y Rolf se les hacían eternos. El plan que había ideado el rubio nativo a Rolf le parecía lleno de inconvenientes que en ese momento dejaron de ser pequeño. La multitud era mayor a los números que había considerado Arnout y las posibles fallas que, según los amigos del nativo, deberían haber encontrado entre los guardias del profeta, eran en la realidad mucho menores. Si no ocurría un milagro, cosa en la que el mismo Rolf no creía, sería su final  y seguramente los sacrificarían junto a las cautivas.

A una señal del hombre de la túnica negra, varios de los cultistas incluyendo a Rolf y Arnout, se acercaron a las dos seguidoras de la tríada y las tomaron de los brazos. Las hicieron avanzar hacia el gran pozo, donde las amarraron a dos enormes postes; astutamente quienes se encargaron de las cuerdas fueron el escudero y su amigo. Rolf que en el poco rato había echado a correr las ideas ya tenía pensada una alternativa a los planes que habían considerado. Luego de otra señal, cuatro de las personas que cercaban a las mujeres comenzaron a girar unas manivelas que funcionaban en ese pozo gargantuesco para sacar algo de la excavación.

- Ahora haced venir a los hijos de la entropía, ellos darán a las seguidoras de la traición el fin que merecen - dicho esto el loco profeta levantó las manos y dejó caer la cabeza.

Cuando ya se oían gruñidos y rasguños desde el foso, un acólito de la secta dijo algo al oído del profeta, las palabras causaron espasmos airados de este que con un gesto rápido le indicó que se alejara de él. Multiples murmullos empezaron a  oirse entre la multitud, varias exclamaciones y ciertas palabras revelaban la llegada de varios de los guardias de la secta y algunos de los infiltrados desde los niveles más altos que habían llegado heridos huyendo desde las otras plantas.  Rolf le hizo una seña a Arnout para que estuviera atento.

- Hermanos míos, los impuros y los extranjeros están combatiendo a nuestros hermanos de los niveles más arriba, intentando defender a la más grande de las rameras de la tríada - La voz del profeta consiguió instar la violencia entre los sectarios - Id a combatir a esos herejes invasores; quedaos sólo los necesarios para terminar el rito de adoración al nuevo hijo de la tormenta final

Milagro u oportunidad, este es el momento, pensó Rolf. Ya quedaban muy pocos de los guardias y gran parte de la gente se fue a defender a sus familiares y amigos de los sectores en conflicto. El escudero se movió rápido y lanzó un trozo de cristal verde a la abertura desde la cual hablaba el líder de la secta. Hubo una explosión que hizo retumbar el piso, pero los jóvenes no estaban preocupados de eso; ya estaba Arnout soltando a Ayla, mientras Rolf sacaba su daga y espada corta de entre los pliegues de la túnica para mantener a raya a los sectarios que intentaban acercarse. Usaba la espada como escudo y la daga era terrible para hombres con palos y, más aún, sin formación marcial.

Una nube verde empezó a elevarse de grietas en el piso, al parecer (la expresión está bien, pero siento que la usas mucho. A veces podrías cambiarla por cosas como “Rolf dedujo”, “seguramente”, etc.) había más cristales, lo que volvía más urgente el rescate de los rehenes. Los jóvenes ocuparon las túnicas para embozarse e impedir la inhalación de los vapores. Los sectarios parecían disfrutar del efecto de los vapores: muchos se quitaron las túnicas y comenzaron a danzar, otros olvidaron la prudencia y se volvieron más violentos. Se lanzaron como bestias en contra de los jóvenes que ahora se enfrentaban a ellos como lobos defendiendo a Ayla y Colombe. Cayeronn un par de hombres que volvieron a pararse.

- ¡¡¡A TU DERECHA!!! -  el grito de Rolf alcanzó a avisar al rubio nativo.

- No caen, juro que le herí las piernas - respondió Arnout.

- Concéntrate, esto no acaba hasta que dejen de pararse - en su viaje Rolf había aprendido que un enemigo caído bien podía alzarse y esgrimir todavía las armas

A pesar de los gritos de los fanáticos y los cuerpos a su alrededor, ambos muchachos estaban logrando mantener la posición. Además la muchacha y la mujer se habían hecho con un par de bastones de los hombres caídos y los ayudaban a mantener la distancia del grupo de embrutecidos hombres que los rodeaban. Los defensores ya no sabían qué buscaba ese grupo de personas enardecidas, no les importaban los heridos que incluso los ataques que la misma masa causaba, sólo seguían luchando con dientes y garras, dejando fluir su sed de sangre.  Entre todo ese ruido de golpes y cortes, gruñidos, alaridos e incluso risas histéricas, un bramido no humano ganó en fuerza a todos los demás sonidos. Los jóvenes no lograron saber qué ocurría hasta que ya era demasiado tarde.

- Venid. hijos de la tormenta, ayudadnos a derrotar a los impuros - El sacerdote estimulaba a sus seguidores a luchar lado a lado con los seres de la oscuridad que aparecían desde el subsuelo.

Cuando Rolf vió lo que se venía acercando no supo con cuál de sus armas podría combatir a las monstruosidades que atacaban a los fanáticos y se acercaban a ellos también. Había dos tipos de criaturas, ambas igualmente asquerosas; unas eran similares a humanos pero más pálidas, con los ojos amarillos y furiosos, dientes que parecían de una bestia y, con garras mucho más fuertes que las uñas de un humano, desgarraban la carne de los sectarios. Las otras poco se diferenciaban de los esqueletos que yacen en las catacumbas, pero contaban con algo más que causaría pesadillas al más valiente; una especie de gusanos sanguinolentos se retorcían entre las costillas y alrededor de las extremidades, y esa misma masa era la que salía de su boca en una especie de lengua.

Rolf tomó el último resto de cristal verde que tenía en su morral que era altamente explosivo y cuyo humo provocaba halucinaciones y desinhibición en los humanos. Si no causaba la explosión  de los Necrarios, como había leído en algún libro de mitología del reino de los Gaudos, al menos produciría un derrumbamiento para poder escapar de esas terribles cavernas. Cuando chocó el cristal contra las formaciones rocosas, el estruendo no fue tan grande, pero causó un leve derrumbe que le limpió a las cautivas y sus jóvenes libertadores el camino a la salida. Los horrores que tuvieron que ver fueron peores que la lucha con los fanáticos. Estos últimos, por culpa de sus creencias, no podían luchar contra los seres oscuros, que para ellos eran los enviados de sus divinidades, intocables y terribles. Su religión los condena, pensó Rolf. No sólo eran golpeados y desgarrados, las peores imágenes eran los cuerpos mutilados, miembros sanguinolentos, entrañas colgando e incluso los restos de un cultista saliendo de la boca de una abominación. La sangre fue siendo más común que la tierra, los gritos inundaban la alta bóveda, ni los cuerpos muertos yacían en paz, mordiscos de carne humana estaban en las fauces de los horribles seres. Corrieron de ese espectáculo espantoso, ya no podían hacer nada por el chico enfermo, aunque lo habían buscado entre los muertos y los vivo no lo lograron ubicar.

La comitiva alcanzó uno de los pasajes que comunicaban con la salida. Arnout encabezaba y Rolf defendía la retaguardia, las mujeres corrían en medio apretando el paso, no era un momento para dividirse. En una de las encrucijadas una túnica negra les detuvo el paso, estaba armado el histriónico profeta.

- Ustedes, engendros de las rameras de la tríada, pagarán por haber engañado a los hijos de la tormenta, sus huesos hechos polvos servirán para santificar un nuevo templo - Los vapores de cristal verde habían afectado al profeta que daba rienda suelta a su ira.

Arnout, empuñó sus armas tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos y mordió su labió hasta hacerlo sangrar, su mirada fija en el profeta era la de un perro dispuesto a despedazar a su enemigo; no sólo habían raptado a su hermana, muchos de los sectarios eran pobres hombres que perdieron todo con la invasión de Roger y le creyeron los mensajes de salvación que inyectaba este maldito, sin contar que el falso profeta insultaba a las diosas de su devoción.

- ¡¡Calla tu maldita boca infiel! -  El grito  del rubio, después de esquivar el corte que le mandó el demente profeta, fue seguido por un tajo propio, luego de un segundo y terminando con la daga enterrada en la garganta del maldito. – Mira, Rolf, esto fue realmente un milagro de las diosas.

Rolf sabía que eso era un error, no se podía quedar desarmado en medio de tantos enemigos, menos siendo Arnout uno de los pocos que sabía pelear. Como si el Universo quisiera demostrar su error al pobre amigo del escudero, apareció por su espalda una criatura alta y oscura llena de rasgaduras. No se veían pupilas, sus ojos eran sólo dos ópalos negros.  La terrible figura atravesó con sus garras el costado del joven, simultáneamente Rolf había lanzado su cuchillo contra ella.


- ¡¡¡NOOOOO!!! -  fue el aullido que desgarró la garganta de Rolf.

Despertó sudando. Habían pasado casi dos años, e incontables noches donde se repetía la misma horrible pesadilla que no dejaba de acosarlo. Su lecho había dejado de ser un lugar de descanso, más bien parecía el potro de sus torturas.

- ¿La misma pesadilla? - preguntó Esaú que había remecido a su amigo para sacarlo del espasmo nocturno - Quizás si rezas a las diosas puedas algún día alguna vez dormir en paz.

- ¿Las diosas? - se mofó Rolf - Ya eres grande para creer en cuentos de viejas.

En aquella lejana escaramuza Rolf había logrado salvar a Ayla, a Colombe e incluso habían encontrado a la falsa encarnación divina, pero no sólo había perdido un amigo; después de esa noche, también la poca fe que le quedaba había desaparecido.

¿Continuará…?

lunes, 16 de junio de 2014

Capítulo VIII: Descenso a los subterráneos

Los sonidos de los fanáticos recorriendo las dependencias de las seguidoras de la tríada se fueron apagando y Rolf, a pesar de los golpes y empujones, no logró salir de la habitación. La sala con los enfermos estaba bloqueada desde fuera, fue necesaria la ayuda de uno de los hombres que ya estaban prácticamente recuperados para poder salir de la sala de enfermos. El joven, gracias a los cuidados de las seguidoras de la tríada y al descanso, se sentía mucho mejor. Eso y los enfrentamientos consecutivos lo habían endurecido, en mente, cuerpo y espíritu.

Recorrió Rolf la primera planta y vio que no estaban las mujeres que tan bien lo habían acogido. Después tomó la escalera de caracol para ver el segundo piso, donde deberían estar los aislados y entre ellos Esaú. Avanzó por el pasillo donde se adevertían las distintas puertas a las habitaciones de los enfermos aislados, en ese piso el joven recordaba que además había otras cámaras en el lado opuesto. De todas las habitaciones sólo las últimas estabab cerradas. El primer cuarto de la izquierda estaba vacía; las mantas tiradas y los frascos rotos mostraban que alguien había sido sacado de allí. Cuando se acercó a la segunda pieza, donde debía estar Esaú, no encontró a nadie. Esparcidas por el dormitorio estaban las ropas que tapaban al chico, manchas rojas y algo de sus pertenencias, pero de Esaú no había señal.

Rolf intentaba controlar sus emociones, tocó las manchas y claramente era sangre, golpeó uno de los muebles con impotencia, las palabras del mentor volvían a dar vueltas por su cabeza, debía recobrar la calma, las emociones descontroladas le impedirían pensar. Pero ya estaba harto de que el pequeño sufriera indirectamente por sus decisiones. Si lo encontraba quizá sería el momento de dejarlo en esta ciudad, donde podría estar mejor, tal vez con los guardias o con alguna familia de la ciudado. Cruzaban esos pensamientos por la cabeza del joven, cuando sintió sonidos en la pieza adyacente. Salió corriendo y puso la oreja en la puerta, intentó girar la perilla, pero la hoja de madera no abría.

- Esaú, ¿estás ahí? - la voz de Rolf mezclaba esperanza y preocupación.

Un crujido de la puerta y luego una rendija de la que se asomó el hermano de Ayla con un gesto de silencio y le señaló además que entrara. Allí estaban dos mujeres de blanco que habían recibido sendas heridas. El chico le contó los sucesos. A pesar  de las grandes puertas que cerraban el enclave, había otras maneras de poder entrar a los recintos de las seguidoras. Una de ellas era una escalera que usaban para poder ayudar a los pobres habitantes de los distintos pisos subterráneos.

Ninguna de las autoridades conocía de las actividades de las seguidoras en los distintos niveles bajo el suelo de la ciudad en el interior de la montaña. Los nobles estaban más ocupados en las disputas entre ambos que de los habitantes de los subterráneos, quienes tomaban partido también. Ser Reginald "el albatros", antiguo caballero andante y mariscal del rey, intentaba cumplir con las reglas que el regente exigía. En un principio había llegado como una fuerza externa de moderación entre los antiguos habitantes del sector y los llevados por Roger para intentar ocupar la ciudad y le fuera entregada ante la muerte y desaparición de la familia Leblanc. El conde había llegado con sus tropas pensando que estarían poco tiempo hasta resolver la insurrección de los antiguos habitantes de Blancascumbres, como se llamaba el pueblo antes de la llegada de los usurpadores de Sombrese, de la manera menos sangrienta posible. Pero a medida que pasaba el tiempo, la ciudad fue creciendo con el dinero de las minas y la llegada de los forasteros de las regiones cercanas. Por otra parte, fueron llegando a oidos del Conde rumores de las violentas y brutales actividades de Roger. Adenás siempre fue interés de la familia Lefleur el anexar algunos pueblos de la región de Las Altas Cumbres, ahora repartida en distintos territorios, e incluso se le relacionó a la masacre de la familia Leblanc. Esta nueva información fue la que lo impulsó al mariscal a luchar por el anexo de la ciudad y tratar de traer la paz en el sector. No había sido fácil la misión de calmar a los insurgentes en guerra con la gente de Sombrese, que no veían con buenos ojos a la intromisión del mariscal. Los habitantes de los subterráneos eran los originarios del asentamiento y su resentimiento contra los invasores no había disminuido a pesar de los intentos de Ser Reginald de unir a la gente bajo el espíritu del reino y no sólo de una región, pero a Roger no le importaba lo que no le fuera útil, la gente de Blancascumbres sobraba para sus planes. Todos desconfiaban de todos.

- ¿Y tú como sabes tanto? – A pesar de la preocupación del escudero por la situación de su amigo, era demasiado extraño lo que acontecía en la montañosa ciudad.

- Mi familia era de los sirvientes de la familia Leblanc, nos quedamos aquí después de la masacre.- respondió el otro joven

- ¿Qué masacre? Típico del maldito. ¡Que el abismo se lleve su alma! - A Rolf el muchacho le daba lástima, pero había más de lo que preocuparse - ¿Y el resto de las mujeres?

- No sé, parece que están encerradas en otra de las habitaciones, quizá las de arriba - El otro joven estaba alejándose, evitando la pregunta de Rolf acerca de lo sucedido con la familia Leblanc, preocupado de otras cosas.

Rolf se acercó a la cama y volvió a ver a su amigo después de los días de aislamiento. Se veía levemente mejor, ya no se sacudía, ni tenía las marcas negras, pero todavía no había vuelto en sí. (AHHHH el que le dijo todo era el otro cabro! No sé por qué pero no lo entendí, debió ser que no quedaba claro cuando abrió la puerta) El escudero oyó los crujidos (¿qué crujidos? ¿del piso?) desde el pasillo, al parecer el muchacho de Nievegrís estaba buscando a las mujeres.

- Ey, muchacho, ¿necesitas ayuda? – gritó Rolf al salir al pasillo.

- Me llamo Arnout, "muchacho"  - se mofó del escudero  - lleva a las novicias heridas a las otras camas.

- ¿Novicias? - debían ser las de blanco pensó Rolf - ¿Encontraste a Colombe?

Después de un rato se dieron cuenta de que los fanáticos del triangulo dorado, como les dijo Arnout que se hacían llamar, se habían llevado a un chico que también estaba aislado, a Colombe y Ayla. Las otras señoras de la tríada no estaban en condiciones, una era muy vieja y la tría Monique había resultado herida. Alguien tenía que tomar las decisiones, pero no se ponían de acuerdo, se notaba que acostumbraban a seguir las directrices de Berna y las tríanas. Una de las mujeres de blanco llamada Estee, había logrado calmar a sus compañeras y dar cuidado a las heridas y a los enfermos.

- Debemos salvarlos - dijo el escudero, lo que a Rolf le parecía lo mínimo que podía hacer, para Arnout no era una posibilidad; era un deber.

- Disculpa, Rolf, pero mejor vete con tu amigo cuando esté sano, esto no es asunto tuyo - el joven de Nievegrís estaba molesto,- Cada vez que los extranjeros intentan enderezar  un entuerto dejan un regadero de torcidos.

-  Por favor traigan a Berna, ella sabrá que hacer, a tu amigo nosotras no lo podemos ayudar y el rito no está completo.- La petición de la mujer ponía un gran peso sobre los hombros de Rolf - aunque Colombe también nos podría ayudar, ustedes no podrán contra los locos de dorado.

- ¿Tienen algún ave para dar mensajes? - Una idea  surgió de la mente de Rolf, necesitaba de la ayuda de la guardia y de su maestro para asegurar el plan que tenía en mente.

Rolf y Arnout habían logrado conseguir información y armas para el joven nativo en el segundo nivel subterráneo. Mucha gente conocía al muchacho y al parecer había intentado motivar a la población a dirigir sus frustraciones a otros derroteros. También había quienes eran de la idea de irse de esa región, pero no querían dejar lo que tanto les había costado juntar.

- Mi padre fue fiel al duque blanco y él siempre fue bueno con su gente, yo soñaba con ser caballero algún día - la ayuda desinteresada de Rolf por rescatar a los rehenes le había ganado la confianza del joven - Todo eso fue destruido por la Orden Negra.

- Espera, ¿qué es eso? - preguntó Rolf, a quien no le sonaba para nada bien ese comentario.

- Así llamaba Ser Bernard a las familias que estaban en contra de terminar con la esclavitud- respondió Arnout - lo escuchaba cuando hacía reuniones con Ser Reginald y otros señores cercanos al rey.

Rolf estaba sorprendido, cuando todavía vivía con su familia también había escuchado hablar de algo similar. Su padre más de una vez había llegado apesumbrado de las reuniones de las casas por culpa un grupo que hacía sentir su presencia en las decisiones y leyes que presentaban al rey. Además varias de esas casas tenían vínculos sanguíneos con familias de este reino. Según lo que alguna vez escuchó también eran responsables de la caída de su casa.

Ambos jóvenes conversaron mientras recorrían una red de pasadizos que cada cierto tiempo bajaba. Rolf, a pesar de haber estado muy atento, no podría haber regresado por el mismo camino por sí solo. Entre las conversaciones había logrado reunir gente, enviar mensajeros y avisar lo que intentaba el grupo de fanáticos. Al parecer los miemros de la secta contaban con un vasto grupo de enemigos que se incrementó al saber quienes eran rehenes. La información que habían logrado reunir les indicó que tenían un día para lograr impedir los sacrificios que querían realizar los fanáticos del triángulo dorado.

- ¿Sabes manejar un arma? - Preguntó el escudero, adivinando un día largo y violento.

-  Cuchillos, gladius, corvos, las armas de los subterráneos.- le respondió el rubio joven - Hay una entrada a las cavernas de la secta, pero pasa por las minas-

Antes de poder realizar el viaje por las minas debían conseguir ropas para poder entrar a los recintos principales de la caverna sagrada para los fanáticos, así que tuvieron que buscar entre posibles sectarios para poder llevarse lo necesario, Sino jamás lograrían entrar. Según Arnout, había grupos de delincuentes relacionados e incluso gente de la guardia de Sombrese, esto no era extraño para Rolf, los perros de la guardia y los ladrones sólo se diferenciaban en la armadura.

- Mira, Rolf, entraremos en la caverna cuarta, es el sector más peligroso del que los nobles no tienen idea o no quieren saber - le dijo Arnout en susurros -  aquí viven muchos sectarios, porque no son muy tolerados en otros niveles.

Entraron en una vivienda que, como todas las de los niveles más bajos, era muy pequeña y oscuras, ya que los cristales luminosos resultaban muy caros para los pobladores de ese nivel. Además con los cristales, aunque se lograba calentar, no era como la leña azul  que daba más calor que luz.

- Creo que estamos de suerte - dijo Arnout

- Esto parece demasiado sencillo - replicó Rolf

Después de un rato de buscar, escucharon quejidos, no estaban solos al parecer y se pusieron  alerta. Detrás de unas de las pieles que estaban colgadas para mantener el calor, salió un hombre desnudo bostezando. Al ver a los dos jóvenes que sacaban sus armas mandó un chiflido y fue lo último que logró hacer, Rolf lo apuntaba con la daga y Arnout ya lo tenía agarrado tapándole la boca. Rolf entró por la piel colgante y vió una mujer tapada por pieles. El escudero le hizo un gesto de silencio mientras mantenía apuntada a la mujer con la daga y, luego de amordazarla, volvió con Arnout. Finalmente los jóvenes dejaron al hombre amarrado y amordazado, al igual que la mujer, y los ocultaron bajo las pieles. Iban saliendo de la cueva-casa cuando vieron unos hombres salir de una esquina. Rolf le hizo una seña a su nuevo amigo al ver que los hombres los señalaban.

- Corre - dijo Arnout, mientras que al sacar su cuchillo le mostraba que tendrían que pelear más adelante.

- ¡¡Infieles!! - gritó uno de los tipos, era una voz de alerta.

- Maldita sea, escucha - le dijo Rolf, parecía que el pasillo, calle, lo que fuera, había despertado como un monstruo de su siesta.

De otras cuevas y pasadizos salieron personas con rostros agresivos y armas en sus manos, no parecían dispuestos a dialogar  y menos a invitarlos a tomar una copa. Alguien le tiró un hondazo a Arnout que le dio en un muslo. Tuvieron que bajar la marcha para enfrentar a un par que no les dejaba espacio para avanzar. Un hombre que salió entre unas aberturas de la roca apresó el brazo de Arnout y casi lo hizo caer, pero el joven reaccionó rápido y le dio un par de cuchilladas para lograr la libertad. Rolf por su parte se abalanzó contra uno de los tipos que se interponían en su camino. No, llegar a las cavernas sagradas ya no parecía tan fácil.

Continuará...

lunes, 2 de junio de 2014

Capítulo VII : Las seguidoras de la tríada

El galope de los tres caballos resonó entre las laderas de los pasos montañosos. Al escudero y su maestro ya no les importaba pasar desapercibidos ni mantenerse ocultos, la vida del integrante más joven de la comitiva peligraba y eso era lo único que les preocupaba. Una extraña criatura había aprovechado las condiciones naturales del paisaje rocoso para capturar al pequeño. El anciano caballero, tanto por sus viajes como por motivos todavía desconocidos por los más jóvenes, temía que si no trataban a Esaú con las hierbas y el equipo adecuado podía correr el riesgo de convertirse en algo que sólo se conocía en leyendas. Nievegrís tenía al menos un fuerte, un centro de investigadores del Círculo y una base de sacerdotes de las tres diosas. Por otra parte debían llegar pronto a Nievegrís para poder reabastecerse de pertrechos y comida. A pesar de estar en la frontera aún se encontraban en la región de Sombrese, llena de posibles enemigos.

Tuvieron que unirse a una de las dos filas para entrar en la ciudad; en una estaban mezclados un grupo de campesinos y otro de comerciantes, en además de aventureros, mineros y mucha gente de la región de Sombrese. Esa era sólo una de las dos gigantescas entradas en las inmensas murallas de roca, que tenía arqueros al parecer siempre de ronda. Los encargados de hacer la separación eran guardias con los colores del marqués de LeFleur. Por suerte, o al parecer por asuntos de Ser Varus, ellos estaban en la fila que controlaban los hombres de Ser Reginald.

- ¡Ey, tú, quédate ahí! - gritó uno de los guardias de Sombrese. En su traje estaba bordado el escudo de Roger; este era un campo cortado de sable con una torre de plata en la mitad superior y en la inferior una paloma en plata. Se veía muy joven e intentaba demostrar autoridad.

- Pero yo no he hecho nada- dijo un hombre bajo con una capucha marrón que se apretaba junto a una carreta.

- Se parece al tuerto Phil, Jhon - le dijo a otro de los guardias, quien hablaba con una mujer -

- Aprésalo entonces-  le respondió el guardia llamado Jhon, un tipo grueso a quien no le interesaba nada más que la mujer.

- Ya viste, Phil, me tendrás que acompañar-  Se acercó el guardia más joven al hombre bajo.

- Pero yo no me llamo Phil -  dijo el hombre del capuchón, intentando alejarse.

- No te resistas o será peor, Phil - le dijo el guardia ya molesto.

El tipo intentó correr para entrar a la ciudad, pero era todavía mucho terreno y lo rodeaba una multitud, mirando pero sin inmiscuirse. Cuando ya se había acercado mucho el joven y molesto guardia al hombre, este último intentó empujarlo, lo que enfureció al ya fastidiado centinela, el que botó la lanza y desenfundó su espada. El supuesto Phil intentó meterse en medio de la gente, que lo empujó de vuelta al ruedo, lo que aprovechó el vigilante para darle un corte en la espalda. El tipo, empeorando el asunto, le dio una patada al guardia en la rodilla. Este, ya salido de sus casillas, le enterró la espada en las entrañas y el hombre de marrón dejó de dar golpes. Se acercó Jhon, apartando a empellones a la gente, y miró al hombre que se desangraba.

- Ustedes dos, sáquenlo de aquí - Jhon le ordenó a unos tipos que también querían entrar.

Rolf cuando el asunto empezaba a pintar mal se quiso acercar, pero estaban muy lejos para intervenir, además Ser Varus con un gesto molesto e incómodo le señaló que no se podía hacer nada. Aún aquí los perros de Roger son igual de malditos, pensó el joven.

Después de presenciar la espantosa escena, Rolf vió a un joven aproximadamente de su edad que se alejaba raudamente del caballo de carga de su maestro.

- ¡Ladrón! -  gritó Rolf, que desmontó para perseguir al buscón.

El escudero no logró avanzar mucho entre la gente de esa fila y se le perdió el truhán entre las personas que eran además tan parecidas entre sí, a diferencia con Rolf, quien, más moreno, con sus espaldas más anchas y su pelo más oscuro, se notaba que venía de otro reino. Enojado se devolvió al grupo y Ser Varus, que no lograba moverse con libertad cargando a Esaú en sus brazos, le dijo al joven:

- No te preocupes, Rolf, en esa bolsa no quedaba prácticamente nada – El anciano no era tan  estúpido como para decir que el dinero lo llevaba consigo.

- Parece que la gente del Valle no es tan buena como usted cuenta- dijo Rolf después de haber mordido agriamente la impotencia.

Cuando ya estaban por entrar a la ciudad, uno de los centinelas que custodiaban la entrada los llamó. Rolf esperaba lo peor.

- Ser Varus, nos llegó su grajuro - Empezó a decir un jefe de los guardias, que vestía colores distintos a los de Sombrese - Debe tener cuidado de no cruzar al lado del palomar - esto último lo dijo en tono más discreto. El guardia en jefe se diferenciaba de sus hombres por unos bordados dorados sobre el escudo. Este, más complejo que el del marqués de Sombrese, estaba compuesto por un escusón cuartelado. En él se veía un albatros dorado junto al triángulo de las diosas sobre un campo de gules. El resto tenía varios símbolos más que Rolf todavía no había estudiado, pero eran también dorados sobre campo azur. Al parecer la ciudad no era como cualquier otra ciudad, cada sitio evidenciaba que había dos nobles responsables.

Ser Varus hizo un gesto de despedida a uno de los guardias y se dirigieron por la gran avenida principal hacia donde debería estar la mujer que supuestamente ayudaría a Esaú. Ella dirigía la casa de la acogida donde podrían curar las heridas del escudero que no daba señal de debilidad a pesar de los castigos sufridos. Siguieron el cartel que con un dibjujo  indicaba dónde estaban los recintos destinados a los seguidores de las tres diosas. Además ese sector tenía una sede del Círculo, el cual se instalaban en ciudades que le eran interesantes por sus avances o incluso por razones que no se entendían de buenas a primeras.

Aunque no podían malgastar el tiempo, les fue imposible aumentar la velocidad entre tanta gente que llenaba la avenida. Nievegrís era muy diferente a todo lo que Rolf había visto antes, no encontraba pobreza en medio de las construcciones por donde pasaban. Era una ciudad muy ordenada en su base, pero se notaba que habían tratado de construir en altura  y que en algún momento lo tuvieron que dejar de hacer, porque todos los edificios llegaban a un máximo de alto. El conjunto recordaba a un tronco cortado de un sólo hachazo horizontal.

Llegaron a un edificio casi en el centro de la ciudad, que estaba al costado del templo donde se veía pulular gente de muchas etnias alguns de los cuales probablemente no eran del reino, algo había hecho de esa ciudad un centro muy interesante para más gente de lo que se podía esperar de un pueblo minero perdido y emplazado en medio de dificultosos caminos. Entraron, Ser Varus con Esaú en sus brazos, que al parecer estaba peor que cuando lo había encontrado Rolf, quien les seguía de cerca. El paje tenía ojeras, el escudero lo tocó en la frente y corroboraba lo observado en los febriles ojos del pequeño. Si un alquimista, herbolario o sanador sólo viera esos signos, pensaría en algo pasajero; lo que les inquietaba era el cambio de la piel, en la que habían aparecido ronchas verdes, y la mancha oscura del cuello, que había crecido.

- ¿Hay alguien aquí?- preguntó el caballero en la entrada vacía de una mezcla entre posada y templo. Pasaron unos incómodos minutos de silencio; Rolf estaba molesto y comenzaba a impacientarse.

 - ¿No hay otro lugar donde llevar a Esaú, Ser? - dijo el escudero. Si hubiera sido su decisión, ya estarían buscando donde curar a su amigo, pero oyó pasos que se acercaban.

Una mujer apareció desde una esquina al cabo de un tiempo que les pareció eterno. Por el otro costado habían unas puertas grandes de las que salían murmullos y quejas; debía ser donde estaban los enfermos.

- Buenos días - les dijo la mujer sencillamente vestida de verde y con un triángulo bordado en sus ropas. Lo más rápido que pudo se acercó a ver el bulto que cargaba el caballero.

- Buenos días, necesitamos de la ayuda de Berna.-

La mujer se presentó como Colombe. Era una de las tres encargadas subordinadas a Berna  y le contó que ésta hacía tiempo que estaba ausente ayudando en las cavernas de Nievegrís, donde había surgido un brote de fiebre de cristal. Los guió hacia la esquina desde donde había salido; allí había una escalera de caracol y un pasillo. El suelo era de madera, pero todo el resto era de piedra pulida con cal.

Luego de que Ser Varus le contara los acontecimientos y Rolf describiera a la criatura, la mujer se acercó a Esaú y le hizo una caricia.

- Pobre, tendremos que mantenerlo aislado mientras lo limpiamos- les contó con preocupación Colombe.

- Además este muchacho necesita curar unas heridas - le respondió el anciano mirando con reproche al escudero.

Rolf le devolvió la mirada buscando las palabras indicadas cuando sonó una campanilla. Al parecer era la hora en que hacían rezos en honor a las tres diosas, ya que Colombe los guió hacia fuera de la habitación. Ahí el joven pudo ver que había mujeres vestidas de blanco de distintas edades y dos más con distintos colores una de vestido rojo y otra con vestido azul,

Después de terminadas las oraciones, una mujer se llevó a Rolf para atender sus heridas. Desde entonces había pasado más de dos días bajo los cuidados de las doncellas de la tríada. El joven intentaba dormir sobre un costado, pero se le hacía difícil porque las heridas ya limpias le escocían. No era tarde, pero le recomendaron que reposara, le dieron unos brebajes que le ayudarían a descansar pero aún así la preocupación por su amigo no lo dejaba en paz. En la habitación había trece camas más; no eran tantas considerando lo grande de la ciudad, pero al parece era más que suficiente, porque sólo se veía un par de hombres mayores con distintas extremidades en alto y una mujer que tosía mucho, la cual estaba entre dos pabellones de paño; sólo sabía que era mujer por su voz. En otros lechos  había un par de cuerpos más pequeños que parecían de niños de la edad de Esaú. Su maestro venía cada día a ver cómo estaban y le había traído un pergamino a Rolf. Aunque parecía frío para otras personas, Ser Varus estimaba mucho a Esaú, y para Rolf era un ejemplo; a pesar de las diferencias en el pasado, el escudero había aprendido mucho y tenía en gran estima al experimentado caballero.

Las puertas se abrieron y aparecieron las mujeres, entre las que había una en especial que a Rolf le llamó la atención. Tenía el cabello de la gente del Valle, pero la piel como las personas de Sombrese. Fue ella quien le dio de comer y le arregló las ropas de cama, era muy bella y no mayor que el muchacho.

- ¿Cómo te llamas? - preguntó Rolf después de darle las gracias al terminar de atenderlo, pero ella hizo unos gestos que él no entendió.

Luego de intentar sin éxito llamar su atención, se rindió e intentó leer en el pergamino que le había dejado su maestro los movimientos de defensa que le había explicado Ser Varus durante su viaje. Cuando ya se iban las doncellas de la tríada, entró corriendo en la habitación un muchacho que a Rolf le pareció igual al que le había robado en la entrada a la ciudad.

- ¡¡Agárrenlo, es un ladrón!! - gritó Rolf mientras intentaba levantarse, a pesar de los parches.

Las mujeres miraron a Rolf con desaprobación. El supuesto ladrón se aferró a la chica atractiva y le hizo gestos que éste no pudo entender. Las demás mujeres le hicieron preguntas al jovenzuelo y el ánimo cambio totalmente; empezaron a moverse de manera frenética revisando las ventanas de la habitación y se desplegaron saliendo rápidamente de la sala, el escudero quería entender que produjo el cambio.

- Ayla no puede hablar y el chico es hijo de su madre  - le dijo la última de blanco mujer que iba a salir.

- ¿Qué ocurre? ¿Por qué corren? - preguntó Rolf, ahora más intrigado aún.

La mujer se devolvió con la encargada de rojo, a la que llamaban tría Monique y esta última le contó que vivía gente en bajo las calles de la ciudad,  la mayoría de ellos mineros e hijos de matrimonios de ambas regiones, que eran rechazados como parias; mientras más abajo, más pobres eran quienes vivían. Entre las personas de los niveles inferiores habían surgido sectas que cometían atrocidades cada cierto tiempo en nombre de los más desposeídos. En un intento por detenerlos, los hombres de Roger habían más bien creado mártires y casi divinidades, al arrasar muchos de esos guetos. Alguien había corrido la voz de la llegada al recinto de un chico poseído por un espiritu maligno y uno de esos grupos de fanáticos quería venir a buscarlo para sacrificarlo en nombre de su divinidad.

- Debemos llamar a la guardia - le dijo Rolf a la tría, que era una de las que estaba a cargo.

- Este asunto es más complejo de lo que parece, si involucramos a la guardia será un caos para todo la ciudad - respondió Monique - No los dejaremos entrar, el asunto pasará cuando tu amigo esté sano, aunque no es el único que está aislado.

Tría Monique estaba cerrando la sala cuando retumbaron las puertas de entrada. Una enorme tranca que les costó mover a seis de las mujeres impedía que las abrieran. Desde debajo  del suelo sonaban una especie de tambores. Rolf buscó con la mirada algo con que luchar si tuviese que hacerlo, ya que no sabía dónde habrían guardado sus armas. Ya estaba en pie cuando se oyeron voces de hombres que bramaban en los pasillos…  habían entrado.

Continuará...